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RECIENTES INVESTIGACIONES DESCUBREN NUEVAS APORTACIONES A NUESTRO ADN
Si a veces resulta complicado sacarle el parecido a un bebé, imagínate lo difícil que resulta encontrar parentescos a un grupo humano si rebuscas en la historia milenios atrás.
De tan compleja tarea se encargan tanto la arqueología, con su búsqueda, reconstrucción e interpretación de restos óseos muchas veces fosilizados, como la genética más avanzada, que indaga en los rastros cromosómicos y los compara con los hallazgos antiguos para establecer paralelismos.
Entre unas cosas y otras, además del estudio cultural del pasado, hemos averiguado no pocas cosas sobre nuestro pasado. Por ejemplo, sabemos que las lenguas más habladas del momento tienen un origen común, el IndoEuropeo. De ahí vienen el hindi, las lenguas sajonas (como el inglés) o las latinas (como el español).
Pero, ¿qué hay del origen de los europeos?
Hasta ahora se sabía que teníamos dos padres, uno dedicado al campo y establecido en Europa desde el principio, y otro grupo de cazadores y recolectores cuyos miembros se extendían desde el Cáucaso hasta buena parte de la Península Arábiga.
De la unión de ambos legados se trazaron nuestros rasgos, heredando más de los primeros los europeos del norte y más de los segundos los europeos del sur.
El 'amante' del norte
Pero no sólo somos hijos de nuestros padres, porque también había un tercero en discordia.
Según una investigación capitaneada por David Reich, profesor de genética de la escuela de Medicina de Harvard habría un tercer grupo de norteños, originario de los extremos más gélidos de Eurasia, que contribuyó a nuestro legado, según una investigación publicada en septiembre en Nature
Y lo más sorprendente del tema: que gracias a ellos los genes de los europeos tienen mucho en común con el de los nativos americanos
La teoría es que esta población, posiblemente nómada, cruzara el estrecho de Bering, que separa Siberia del continente americano y poblara la zona varios miles de años antes de que Cristóbal Colón volviera a unir ambos mundos. Lo más curioso es que en los genes de los siberianos no hay rastros de esta población norteña que sí dejó huella tanto en Europa como en la América precolombina
El 'ligue' georgiano
No es el único 'verso suelto' en nuestro legado de europeos. Nick Patterson, biólogo computacional también en Harvard, basó sus investigaciones en el área Caucásica, donde posiblemente entraron en contacto los dos 'padres' que a conocíamos (granjeros europeos y cazadores-recolectores sureños) para averiguar de dónde exactamente viene nuestro legado oculto y que algunos grupos IndoEuropeos no compartían.
Según sus comentarios en un debate mantenido hace un par de semanas, todo apuntaba hacia una antigua cultura Yamna (o 'del sepulcro'), que habitó la zona de la actual Ucrania al final de la Edad del Cobre... pero, al parecer, habría que buscar nuestros genes un poco más al sur, en la actual (y disputada) frontera de Rusia y Georgia, trazando una diagonal entre la (también disputada) Crimea en dirección sureste.
Ahí, entre el Mar Negro y el Mar Caspio, se desarrolló otra cultura, la Maikop, durante la Edad del Bronce. Si sus vecinos del norte destacaron por la forma en la que enterraban a sus congéneres fallecidos, ellos destacaron por un impresionante manejo de la metalurgia y ciertos conocimientos de ingeniería avanzados a su tiempo.
No vendrían algunos cuantos genes de más de esa parte de nuestra historia