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CONTRA EL INSOMNIO
Entre un 20 y un 30% de los españoles sufre insomnio, ya sea de manera transitoria o crónica, según datos de la Sociedad Española de Neurología. Este trastorno del sueño, el más frecuente entre la población, puede tener diferentes causas, aunque lo más habitual es que esté relacionado con malos hábitos de sueño o con factores psicológicos como la ansiedad y el estrés.
Entre las costumbres que pueden alterar el descanso se encuentra el contacto con agentes estimulantes poco antes de irnos a la cama. Además de consultar el móvil o ver la televisión, consumir sustancias como el alcohol, el tabaco y el café puede hacer que no podamos dormir o que lo hagamos mal.
Los autores de un reciente estudio han analizado precisamente cuál de esos tres productos tiene un mayor efecto sobre el sueño. Si bien ya se había comprobado que tomar alcohol, beber café o fumar por las noches perturba el descanso, las investigaciones realizadas hasta el momento se habían limitado a pequeños grupos de individuos o se habían llevado a cabo en laboratorios.
El último trabajo, fruto de la colaboración de numerosas instituciones estadounidenses, como la Universidad de Harvard o los Institutos Nacionales de Salud, es uno de los más extensos hasta la fecha. En él participaron más de 700 voluntarios, que no fueron elegidos según sus problemas de sueño y que fueron monitorizados mientras seguían su vida normal durante 5.164 días.
Sensores y registros diarios
Los participantes llevaban sensores colocados en la muñeca que medían sus constantes y debían apuntar en diarios cuánto alcohol, nicotina o cafeína consumían cada jornada durante las cuatro horas previas a irse a dormir.
Los datos no revelaron ninguna asociación entre el consumo de cafeína y la alteración de los parámetros del sueño en los voluntarios. Sin embargo, los investigadores advierten que esto no significa que el café no perturbe el sueño, ya que no tuvieron en cuenta factores como la dosis de cafeína, la sensibilidad y la tolerancia, que podrían ser importantes para establecer esta asociación.
Lo que sí quedó claro es que tanto los fumadores como aquellos aficionados a tomar alcohol poco antes de dormir pueden pagar sus hábitos con una mala noche. Los voluntarios tenían un sueño más discontinuo (de peor calidad) aquellos días que consumían estas sustancias tarde, independientemente de su edad y género, y eran más propensos a desarrollar síntomas de depresión, ansiedad y estrés.
La nicotina demostró ser la más relacionada con alteraciones en el descanso. Los autores hallaron una asociación entre su consumo y la duración del sueño, sobre todo en aquellas personas que tenían insomnio. Para estas últimas, fumar por la noche redujo una media de 42,47 minutos el tiempo que dormían.
Los resultados de este estudio tienen especial importancia porque se tuvieron en cuenta variables como la edad, el peso, la dedicación al trabajo o los estudios durante el día y la sintomatología de salud mental. Además, los participantes eran afroamericanos, un colectivo normalmente poco representado en las investigaciones que analizan los efectos de sustancias como el alcohol, el tabaco y el café en el sueño.
Según la investigadora Christine E. Spadola, autora principal del estudio, esto es especialmente significativo, ya que estas personas “son más proclives que otros grupos raciales a tener un sueño de menor duración o fragmentado, así como a sufrir las consecuencias de salud derivadas de estas alteraciones”. Experimentar alteraciones de sueño de manera continuada puede contribuir al desarrollo de problemas cardiovasculares, diabetes e hipertensión.
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