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SE RECOMIENDA ABSTINENCIA
Una encuesta realizada por la universidad de Málaga entre más de cuatrocientas participantes concluyó que el 27% de las mujeres bebe alcohol durante el embarazo. Es un resultado algo superior al de otros países donde se han hecho estudios similares, como en Francia, donde la cifra baja al 23%.
Aunque es cierto que esto no supone todavía un problema de salud pública como en Irlanda, en donde ocho de cada diez mujeres continúan bebiendo alcohol hasta el parto, sí es un dato preocupante. El motivo: hace más de cuarenta años se describió por primera vez el síndrome de alcoholismo fetal (SAF), cuya consecuencia más grave es el retraso del crecimiento pre y postnatal, tanto en peso como en tamaño, y la dismorfia facial.
Como en la mayoría de recomendaciones que se dan durante el embarazo, hay que poner en una balanza los pros y los contras, aunque parece que en este caso la balanza se inclina hacia estos últimos.
Cada gota cuenta
Muchos informes clínicos ponen de relieve que cualquier bebida que contenga etanol, la sustancia que afecta al feto, no es segura durante el embarazo porque se trata de una neurotoxina que atraviesa la placenta. Si una mujer encinta bebe, el feto absorbe el alcohol, pero no tiene la capacidad de metabolizarlo.
Así que ni una gota porque, según la Academia Americana de Pediatría, el alcohol es “la principal causa prevenible de defectos congénitos, discapacidades intelectuales y de daños al desarrollo neurológico”. De hecho, 'Sciences et avenir' recoge el dato de que el consumo de alcohol durante la gestación es la principal causa del deterioro mental de origen no genético en niños.
Aparte del mencionado SAF, el alcohol puede tener consecuencias irreversibles para su desarrollo: retraso del crecimiento, cráneo anormalmente pequeño (microcefalia), malformaciones de órganos (dismorfismo)...
El otro lado de la balanza
Pero, ¿está totalmente prohibido o puede haber un consumo esporádico?
Lara Haelle cuenta en 'The informed parent', un libro sobre la crianza de niños basada en la ciencia, que recopiló muchos estudios que no encontraron daños cuando había un consumo muy esporádico. Sin embargo, se dio cuenta de que las mujeres analizadas tenían un nivel educativo y de ingresos altos, con más posibilidad de revertir cualquier ligero retraso cognitivo y que no se compararon con otras mujeres que bebieron más.
También halló, según cuenta en 'Forbes', que en esos estudios no se precisan bien los posibles efectos de la exposición del feto al alcohol, daños que pueden manifestarse pasados unos años en el desarrollo del niño. Hay dos estudios que han evaluado hasta los 5 y los 14 años, pero Haelle sostiene que no hay acuerdo entre investigadores con los métodos y la concreción de posibles trastornos menos severos que se pueden asociar a la ingesta de alcohol.
Por eso la recomendación de volverse abstemia durante los meses de embarazo no es baladí, sobre todo durante el primer trimestre. El metabolismo de cada mujer, la nutrición y el desarrollo de cada feto varía mucho dependiendo de cada caso y un ligero desliz o beber antes de saber que vas a ser madre no tiene porqué ser fatal en todos los casos (puedes leer este debate entre el sí y el no en el 'British Medical Journal' para quedarte más tranquila si te ha sucedido).
Lo más recomendable es, en definitiva, evitar tomar esa cerveza o vinito al comenzar a prepararse para concebir o en cuanto te enteres de que estás esperando un bebé.