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nuevo tipo de neuronas especializadas en detectar nuestros propios errores
Cazar erratas propias tan nimias como, por ejemplo, equivocarte en una letra de una palabra, es una función crítica de la sesera. Una función que nos permite regular nuestro comportamiento y realizar ajustes continuos para evitar tropezarnos dos veces con la misma piedra en el futuro. Es más, cuando este proceso falla, emergen patologías importantes.
Por exceso, en el caso de pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo, que creen que cada cosa que hacen contiene un error y no paran de comprobar y chequear cada paso que dan. Y por defecto en los pacientes esquizofrénicos, que no se percatan de ninguno de sus fallos.
"En nuestro estudio mostramos por primera vez que hay neuronas específicas en la corteza medial frontal destinadas a detectar fallos", concluyen Ueli Rutishauser y sus colegas después de medir la actividad eléctrica de neuronas individuales en pacientes que iban a ser intervenidos quirúrgicamente.
Las "neuronas de error", como las han bautizado, no solo detectan nuestros traspiés, sino que también arrastran un historial de los fallos que cometemos.
Lo más interesante es que, según exponen en el último número de la revista Neuron, esta investigación ayuda a entender un fenómeno conocido como negatividad asociada al error (NAE). Que no es otra cosa que un patrón de señales eléctricas negativas que se registra en un electroencefalograma de la sesera de un individuo entre 50 y 100 milisegundos después de equivocarse.
Algunos expertos postulan que, cuanto más intensa es esta señal, más peso le otorga una persona a un error, o más intensa es su reacción emocional negativa a equivocarse. Y dado que la activación de las neuronas del error está directamente relacionada con la magnitud de esa respuesta negativa, ya podemos decir que sabemos de dónde nace la NAE.
Visto lo visto, los investigadores plantean que el siguiente reto será comprobar si manipulando estas neuronas (activándolas o bloqueándolas) cambia la capacidad de detectar los propios errores. "Quizás podamos tratar así problemas como el autismo, los trastornos obsesivos o los trastornos de la memoria" apunta Rutishauser.