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PERDIÓ AMBAS EXTREMIDADES
Un niño que fue transplantado de las dos años hace año y medio está consiguiendo cosas que parecían imposibles, como escribir y vestirse solo.
Zion, un niño que ahora tiene 10 años, tuvo que ser amputado de las dos manos dos años atrás. En julio de 2015 recibió un doble trasplante y ahora los médicos que le operaron han publicado un balance de la situación del pequeño un año y medio después y a juzgar por el resultado ha sido un caso de éxito, aunque ni ha sido ni será un camino fácil para él, según advierten en su artículo publicado en 'The Lancet'.
Todo empezó cuando, con dos años de edad, contrajo una infección con estafilococo que devino en una septicemia que se propagó por vía sanguínea. Eso derivó en una gangrena que obligó a amputar las dos manos y los pies para detener el progreso de la enfermedad.
Además, tuvo daños renales que le llevaron a un trasplante de riñón donado por su madre, dos años más tarde. Este punto es importante, porque le llevó a comenzar un tratamiento inmunosupresor permanente para evitar el rechazo del órgano, un tratamiento que, a la larga, puede provocar diabetes o infecciones, entre otros efectos secundarios.
Pero volvamos a las extremidades superiores: el brazo derecho tuvieron que amputarlo por encima de la muñeca, mientras que en el izquierdo pudieron conservar la articulación, lo que le dejó una pequeña capacidad de flexión y extensión.
Según cuentan los doctores en el artículo, ya se habían hecho trasplantes en adultos (1998) y niños (2000), pero un doble trasplante era un riesgo enorme, “poco justificable éticamente”. No obstante, tanto la familia como el hospital estuvieron informados y aceptaron la operación, ya que el tratamiento inmunosupresor reducía los riesgos potenciales.
La operación y la vida después
Durante 18 meses estuvieron preparando al niño y, en julio de 2015 encontraron un donante fallecido compatible con él. Movilizaron a un equipo de 40 cirujanos, especialistas en ortopedia, conexión de músculos, tendones, vasos sanguíneos, nervios y demás para afrontar el reto.
El posoperatorio fue duro, pero ya durante los primeros días el niño pudo mover sus dedos con sus propios ligamentos. Poco a poco los movimientos fueron más voluntarios y con más control, aunque la recuperación sensorial no se notó hasta pasados doce meses.
Zion pasó varias infecciones y problemas renales, unos daños colaterales negativos para su mala salud, ya que tuvieron que echar mano de tratamientos con corticosteroides. Seis meses después podía comer por sí mismo y poco después pudo usar unas tijeras y sostener un bolígrafo.
Los médicos valoran positivamente la operación, aunque advierten de los problemas descritos en el párrafo anterior y de lo exigente que ha sido la preparación física y psicológica para el niño y la familia. Y lo que queda...