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UN ESTUDIO SE LO CUESTIONA
Desde la década de los veinte del siglo pasado se impuso un nuevo método como evidencia en los tribunales, gracias a su singularidad y su permanencia a lo largo del tiempo: las huellas dactilares.
Se forman en el útero, durante el primer trimestre de embarazo y nadie, ni siquiera los gemelos, las tienen iguales. Se hacen más grandes conforme nos hacemos mayores, pero la forma básica y el patrón no cambia con el tiempo. Son permanentes y singulares (aunque un tratamiento contra el cáncer logró borrarlas en una persona). Un status que siempre ha sido validado científicamente y, hasta ahora, nadie había cuestionado.
¿Son estos surcos y crescas que tenemos en nuestros dedos los mismos desde que nacemos hasta que morimos? La respuesta corta sería no, pero un nuevo estudio afirma que estas marcas no evolucionan con la edad, pero sí cambian ligeramente según pasa el tiempo. Ligeramente, así que no os preocupéis de ser acusados injustamente en un juicio o de no poder desbloquear tu iPhone con Touch ID cuando lo saques del baúl de los recuerdos dentro de diez años.
El análisis ha sido puramente estadístico, ya que se ha realizado con 15.597 presos reincidentes de larga duración, durante cinco y doce años. Las muestras de las huellas de los diez dedos de la mano se tomaban unas cinco veces al año, algo que permitió un chequeo con bastante detalle de cualquier posible cambio.
Pusieron las primeras muestras de cada sujeto en dos máquinas diferentes capaces de buscar las huellas de la misma persona a lo largo del tiempo. Buscaban dos tipos de resultados: por un lado emparejar las diferentes huellas de la misma persona y, por otro, diferenciar correctamente las de distintas personas.
Después, para investigar qué factores influyen en la forma de actuar de las máquinas, crearon un modelo estadístico que tiene en cuenta el intervalo de tiempo entre una huella y otra, la calidad de la imagen y la edad, el sexo y la raza del sujeto.
Lo que más afectó a la precisión de las máquinas fue el intervalo de tiempo, pero no en los dedos, sino entre las impresiones, debido a la pérdida de calidad de imagen.
Aún así no hubo grandes modificaciones con solamente doce años de muestras y, con los datos recogidos en 'Proceedings of the National Academy of Sciences', no se puede afirmar que un acusado inocente podría ser acusado injustamente si la máquina encuentra una coincidencia en su base de datos.
Haría falta un estudio que dure más años para comprobar si los ligeros cambios pueden llegar a confundir a las máquinas. Aunque lo que quizá habría que cuestionarse es cuánto tiempo tiene que transcurrir entre impresión e impresión de huellas para que pueda anularse una investigación policial.