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FÍSICA DOMÉSTICA

La ciencia del lavavajillas: por qué los táperes salen siempre mojados

A diferencia de lo que ocurre con materiales como el metal, la cerámica o el cristal, las propiedades del plástico hacen que retenga más la humedad una vez ha terminado el programa de lavado del electrodoméstico.

¿Te has fijado en que los objetos de plástico no se salen secos del lavavajillas? m01229 I Flickr

Estamos tan acostumbrados a ciertos aspectos de la vida hogareña que, a veces, no buscamos una explicación a situaciones con las que nos encontramos a diario. Un buen ejemplo es el de poner el lavavajillas. Nuestros antepasados lo habrían visto hace tiempo como pura brujería: metes los platos en una máquina y los recoges limpios, sin apenas mancharte las manos.

Para hacer posible la magia, dentro del electrodoméstico tienen lugar diferentes procesos físicos y químicos complejos que hacen que platos, vasos y cubiertos salgan impolutos y secos. Aunque no funcionan igual para todos. Porque, y quizá no hayas caído antes, hay un tipo de recipiente que se resiste a desprenderse de la humedad: a diferencia de sus compañeros de metal, cristal o cerámica, los dichosos táperes aun suelen presentar gotitas cuando abres la puerta para sacarlos.

El fenómeno tiene una explicación científica fundamentada en dos de esos procesos físicos. Por una parte, los materiales densos como el metal, el cristal y la cerámica absorben y retienen más energía en forma de calor que el plástico durante el lavado y mantienen las altas temperaturas durante más tiempo.

El metal, el cristal o la cerámica retienen más el calor que el plástico | Rob Nunn I Flickr

Debido a este calentamiento, este tipo de utensilios irradian calor, lo que provoca que se evaporen los restos de agua residual que puedan quedar sobre su superficie durante un periodo de tiempo prolongado después, incluso, de que el lavavajillas haya dejado de calentar su interior. También por esta razón están más calientes cuando los tocas después del lavado.

De hecho, algunos de los modelos de estos electrodomésticos ya no incluyen una etapa de calentamiento para secar los objetos de su interior, sino que aprovechan la energía que desprenden la cerámica, el metal y el cristal expuestos al agua a altas temperaturas para que sean ellos mismos los que eliminen la humedad.

El caso del plástico, sin embargo, es diferente. Al ser un material menos denso, es capaz de retener una menor cantidad de energía y, por lo tanto, permanece caliente por menos tiempo. Por esta razón, su superficie se mantiene más fría y será más difícil que el agua que se deposite sobre ella se evapore. Más bien tiende a condensarse y a formar esas pequeñas gotitas que nos encontramos.

La clave está en la superficie

El segundo fenómeno físico que entra en juego tiene que ver con la interacción entre el agua y el plástico en la superficie del recipiente. Así, la capacidad para retener la humedad de un objeto depende de la diferencia entre la energía de la superficie y la de líquido que entra en contacto con ella.

Las moléculas de materiales como el cristal, el metal y la cerámica se mantienen unidas químicamente por enlaces fuertes más energéticos que aquellos que ligan a las moléculas de agua. Por eso, cuando el líquido se encuentra con estas sustancias, conocidas como hidrófilas, se esparce formando una lámina fina.

Sin embargo, el tipo de plásticos que se utilizan en los táperes o algunos vasos, como el polipropileno, tienen una menor energía superficial y se conocen como hidrofóbicos. Sobre este tipo de superficies, el agua tiende a formar gotas, en lugar de extenderse en capas finas, que tardan más tiempo en evaporarse.

Claro que, por mucho que nos obliguen a secarlos con un paño antes de guardarlos en la estantería, los táperes siguen siendo unos infalibles aliados para almacenar y transportar la comida.