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¿CUÁL ES LA PROPORCIÓN IDEAL?
Si preguntas a la cultura popular sobre el origen y tamaño de los senos femeninos probablemente te responderá que son así por la necesidad de almacenar la leche materna, pero eso no es del todo cierto: la voluptuosidad de los senos femeninos tiene más que ver con una señal de atracción sexual que con su funcionalidad.
El pecho de la mujer es un cúmulo de tejido graso que en su mayoría no tiene nada que ver con la producción de leche materna. Cuando comenzamos a caminar erguidos tuvimos la necesidad de fabricar nuevas señales sexuales para atraer al sexo opuesto, y una de ellas fue el aumento de la masa mamaria.
La naturaleza compensó las curvas de las caderas de la mujer debidas al tamaño pélvico para facilitar el parto con más curvas en su pecho. Esto se convertiría inmediatamente en un mecanismo selectivo para la atracción generada en el hombre. No es casual que sea una mejora del pecho: el hombre es el único mamífero que copula cara a cara.
Ya sabemos que la componente sexual de los senos es exclusiva de nuestra especie. En otros mamíferos los senos agrandados y sus pezones erectos son indicativos de que la hembra está lactando y que no está disponible para procrear, así que los machos se sienten rechazados.
Esta y otras muchas dudas sobre los senos femeninos se han ido resolviendo a medida que la ciencia ha investigado sobre ellos, derribando mitos, tópicos y construyendo conocimiento sobre una de las partes más observadas de la anatomía femenina.
De hecho, un seno no es más que una glándula sudorípara modificada por el proceso evolutivo para llegar a producir leche. De promedio pesa 450 gramos, contiene el 5.4% de la grasa total del cuerpo de la mujer y supone solo el 1% de su peso.
Pero este peso no es simétrico: una de las grandes batallas de la ciencia es intentar descifrar por qué en el 65% de las mujeres el pecho izquierdo es hasta un 4% mayor que el derecho. La asimetría de mama se asocia con la respuesta del sistema inmunológico durante la pubertad. La ciencia ha descubierto que la hipersensibilidad inmunitaria es mayor en el lado izquierdo en los adultos jóvenes, y esta hipersensibilidad tiene un efecto potenciador sobre el estrógeno y las hormonas del crecimiento.
La ciencia ha tumbado también el mito de que la cantidad de leche materna producida por un pecho está relacionada con su tamaño. Mujeres con pechos casi inexistentes tienen la misma capacidad productora que las de grandes mamas. El tejido graso da al pecho su forma redondeada y protege las estructuras internas de una lesión, pero no facilita la producción o el almacenamiento de leche. Es más, las mamas más grandes ofrecen también más dificultad al bebé a la hora de encontrar una postura cómoda durante la lactancia.
Otro gran descubrimiento científico sobre la lactancia reciente que desconoce el gran público. Las madres producen leche de composición diferente dependiendo del sexo de su hijo: la leche materna para los niños contiene más grasa y proteínas que la leche producida para las niñas. Esto está directamente relacionado con un desarrollo corporal más rápido en los varones.
Y los hombres, ¿las prefieren grandes o pequeñas? La ciencia también ha buscado respuesta a esta pregunta para intentar socavar discriminaciones o estándares absurdos de belleza en la sociedad moderna. Las conclusiones responden más al primitivismo grabado en nuestros genes que ha una conducta social aprendida.
Los psicólogos Viren Swami y Martin Tovée, de las Universidades de Londres y Newcastle, realizaron dos estudios de campo reveladores. Por un lado agruparon a 266 hombres de tres niveles socieconómicos distintos (medio, bajo y alto), a los que bombardearon con imágenes en 360 grados de mujeres de pechos de distinto tamaño en relación a su cuerpo y les pidieron una evaluación de su belleza. Los hombres de menores recursos eligieron a las mujeres con los senos más grandes, mientras que los de clase más alta eligieron en mayor medida a las de pechos menores.
Por otro lado, los mismos investigadores hicieron otro experimento aún más sorprendente: el grupo de control esta vez eran hombres con hambre y otros recién comidos y saciados. Como era de esperar, los hombres con gran apetito eligieron, por encima de la media, a las mujeres de pechos mayores.
En ambos estudios no hay más que un resquemor evolutivo: el tamaño de los senos en la hembra humana lleva miles de años actuando como una señal de las reservas de grasa, que a su vez anuncia el acceso a los recursos y a una posible mejor supervivencia. Hace millones de años la supervivencia estaba mejor mejor garantizada en las mujeres que acumulaban más grasa.
Los investigadores Christopher Burris y Armand Munteanu razonaron con otro experimento que los hombres con menos ganas de paternidad encuentran los senos grandes menos atractivos que los pequeños. La conclusión es que los grandes pechos funcionan como una señal innata que muestra a nuestra parte más animal la capacidad de una mujer para tener y criar hijos, aunque no responda a la realidad de hoy en día.
Parte de la medicina moderna ha trabajado también por encontrar la teta perfecta. La cirugía plástica mueve demasiado dinero como para no buscar un estándar que venda sus ideales.
Los cirujanos plásticos británicos Mallucci y Branford han pasado parte de su vida buscando los parámetros y variables del seno ideal para poder vendérselo a sus pacientes. Tras encuestar a varios profesionales con las fotos de 100 modelos definieron su canon de belleza en cuatro conceptos parametrizables: proporción entre parte superior e inferior al pezón, el ángulo del pezón, la pendiente y la convexidad del descuelgue.
Pero esta cultura sexualizada del pecho femenino es ampliamente superada por la capacidad del hombre de adaptarse a la socialización. No hay una razón universal para un comportamiento, una emoción o un tamaño de gusto común a pesar de la herencia genética o del modelo de Mallucci y Brandford.
Por todos es sabido que en muchas tribus africana las mujeres llevan los pechos al aire sin que los hombres sientan ninguna excitación continua manifiesta. No significa que estos hombres no utilicen los senos para lograr la excitación sexual en pareja, sino que adaptan sus escarceos sexuales a las costumbres sociales de su tribu. Al fin y al cabo, esto es lo que nos distingue del resto de animales.