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EL CEREBRO FALSEA EL MUNDO EXTERIOR
El proyecto Open MIND recoge investigaciones que tratan sobre procesamiento predictivo. Según esta idea, el cerebro construye predicciones del mundo que nos rodea y nos manipula para conseguir que estas se cumplan.
Neo no comprende qué es Matrix ni por qué le posee hasta que Morfeo le explica que todos los humanos viven en una simulación virtual de la realidad y que nada de lo que ve está verdaderamente ahí. Sobre esta idea se apoya la popular saga de películas homónima a ese mundo artificial, protagonizada por Keanu Reeves y que nos introdujo en un misterioso universo creado a partir de ceros y unos a principios de los años 2000.
Aunque el argumento de las cintas es totalmente ficticio, lo cierto es que cabe la posibilidad de que realmente vivamos en una recreación del mundo que nos rodea. El culpable, no obstante, no sería una máquina controladora, sino nuestro propio cerebro. Así lo sugieren una serie de estudios recogidos en el proyecto Open MIND.
Se trata de la segunda entrega de esta iniciativa, fundada por el filósofo Thomas Metzinger, de la Universidad Johannes Gutenberg, con el objetivo de recopilar trabajos punteros sobre temas que aúnan la neurociencia y la filosofía de la mente. En esta ocasión, las algo más de una veintena de investigaciones englobadas bajo el título 'Filosofía y procesamiento predictivo' tienen que ver con la teoría de que el cerebro manipula la información que recibimos por los sentidos para procesarla.
Así, lo que percibimos serían en realidad predicciones que el cerebro hace constantemente sobre lo que nos rodea. Es más, el órgano modificaría sus esquemas neuronales u obligaría al cuerpo a moverse para que el entorno se ajuste a los augurios.
Aunque algunos de los trabajos tienen títulos tan peculiares como ‘Cómo entrenar a tu malvado demonio’ o ‘Cómo tejer tu propia colcha deMarkov’, todos constituyen investigaciones serias de prestigiosos expertos en procesamiento predictivo. Esta área de estudio considera que la asimilación de la información que recibimos no es un fenómeno pasivo –el cerebro toma la información de los sentidos y crea conceptos–, sino que entrarían en juego tanto nuestras acciones como el conocimiento que ya tenemos en un flujo multidireccional.
Un mundo simulado y manipulable
El órgano construiría de esta manera modelos del cuerpo y del entorno que nos rodea que le servirían para formular hipótesis sobre el origen y naturaleza de las sensaciones que recoge, de forma que la hipótesis que considera más probable se convierte en la percepción oficial del exterior. Estas predicciones no siempre son exactas, pero el cerebro tiene la capacidad de modificar sus esquemas para procesar mejor situaciones similares en el futuro.
Sin embargo, algunos de estos modelos no pueden cambiarse tan fácilmente. Ocurre, por ejemplo, en el caso de los órganos internos: nuestro cuerpo necesita permanecer a una temperatura que ronda los 37 °C y, para controlarlo, el cerebro puede predecir por ejemplo que las sensaciones de la piel tienen que coincidir con esta temperatura. Cuando no se corresponden, el cerebro no cambia su esquema interno, sino que nos obliga a acercarnos a una fuente de calor o de frío para que las predicciones se acerquen más al estado fisiológico.
Esta idea de procesamiento que va de arriba hacia abajo no es nueva, pero está poco considerada en las teorías dominantes sobre el proceso de asimilación de información externa. Según Metzinger, los conceptos detrás del procesamiento predictivo son sólo “un pequeño paso para describir el procesamiento en el cerebro como una alucinación ‘online’ controlada”.
Así, en cierta manera es como si viviéramos en Matrix. Todo lo que percibimos, incluido el concepto que tenemos de nosotros mismos, son simulaciones de la realidad y no conocemos qué existe más allá de lo que nuestro cerebro nos cuenta. En otras palabras: vivimos en una permanente alucinación de la que ni siquiera una pastilla roja puede sacarnos.