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NO SÓLO TIENE EFECTOS EN LA ENTREPIERNA
Aunque todavía no tienen una explicación clara, los científicos insisten en que la pornografía afecta a los cerebros y formas de socialización de las personas de formas sorprendentes y perturbadoras
En privado o en compañía, sin tapujos o negando la mayor, en grandes o en pequeñas dosis, el hecho es que la mayor parte de las personas consumen pornografía en algún momento de su vida.
Más allá del placer, la curiosidad o la excitación que nos produzca verlo, la ciencia cree que puede tener efectos al margen de un mero entretenimiento sexual, y algunos de esos efectos son capaces de cambiar a las personas de una forma tan sutil que ni nos damos cuenta. Ojo, porque algo pasa en nuestro cuerpo más allá de una alteración de nuestros genitales. Y no, no todo es malo.
1. Desviación visual
No llega a cumplirse aquella amenaza de ‘te vas a quedar ciego’, pero parece que tampoco era un farol. Cuando consumimos porno, la parte del cerebro que se encargar de procesar las imágenes se deteriora porque todo el flujo sanguíneo se desvía con el fin de centrarse en las cosas más urgentes, como excitarse sexualmente.
Este hallazgo de investigadores de la Universidad de Medicina de Groningen tiene bastante sentido: las personas que ven películas X suelen centrarse más en la imagen explícita que en los pequeños detalles del fondo como la puesta en escena, la música e incluso el color de los ojos de los actores protagonistas.
El problema viene a largo plazo, ya que su consumo excesivo, podría dañar nuestros reflejos visuales a media y larga distancia y, como aseguraban los autores, “podrían tener problemas para detectar posibles amenazas potenciales en el horizonte”.
2. Tienes mentalidad cortoplacista
Las personas que consumen porno habitualmente podrían valorar más los beneficios inmediatos que la gratificación por un trabajo bien hecho a medio y largo plazo. Es decir, lo quieren todo y ya o nada, y no entienden la satisfacción de sus deseos como una recompensa por haber ‘aguantado’.
Al menos así lo demostró una investigación publicada en la revista 'Journal of Sex Research', según la cual las personas que consumen porno tienen una menor capacidad de espera, es decir, no están dispuestas a aguardar para obtener un beneficio.
Para llegar a estas conclusiones, la mitad de los participantes tuvieron que abstenerse de comer su plato preferido y la otra mitad de ver pornografía. Resultado: el primer grupo fue capaz de esperar lo necesario para llevarse su merecida recompensa y disfrutarla, mientras que para los segundos el premio final –volver a ver porno– se volvía menos valioso cuanto más tiempo tenían que esperar para conseguirlo.
3. ¿El fin del machismo?
Contrariamente a la idea de que la pornografía es un combustible ideal para que se desarrolle a todo trapo la misoginia, un reciente estudio publicado también en 'Journal of Sex Research' encontró que los varones que consumen porno tienden a tener opiniones más igualitarias sobre las mujeres que los que no lo ven nunca.
Según los investigadores, los usuarios de este género están más acostumbrados que el resto a ver a las mujeres en posiciones poderosas y como trabajadoras de éxito, por lo que podría ayudar a terminar con determinados estereotipos sociales. “Los hombres que ven pornografía son más abiertos al cambio en los roles tradicionales de las mujeres”, aseguraba Taylor Kohut, autor principal de la controvertida investigación
4. Ellas, infelices para siempre
Por otro lado está también la investigación publicada en 2012 en la revista 'Sex Roles', según la cual las mujeres cuyas parejas son espectadores habituales de porno aseguraron ser menos felices en sus relaciones que aquellas que salían con hombres que no veían pornografía.
El motivo, tal y como explicaron los autores, es porque su consumo afecta al grado de confianza y satisfacción que tienen con ellos.
5. Te acaba aburriendo
Como comer, beber y dormir, la que empieza por efe ya te la conoces. Sí, el sexo es uno de los impulsos humanos fundamentales, por lo que cuando observamos imágenes sexuales la dopamina inunda determinadas regiones del cerebro causando una intensa sensación de placer.
Con el paso del tiempo, las personas asocian esas imágenes con reforzadores del placer, pero si se abusa de su consumo y esa respuesta mental se activa una y otra vez sin control, necesitaremos cada vez imágenes más provocadoras para conseguir una respuesta de nuestro cerebro, que ya ha asumido las anteriores como normales y se aburre si no le damos algo mejor.
“Cuanto más lo hagas necesitarás que sea más y más explícito”, explica el psicóligo Joseph J. Plaud en 'Science'.