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CAUSAN ICTUS O INFARTOS Y SUMAN MEDIO MILLÓN DE MUERTES AL AÑO

¿Comes grasas trans? Te explicamos por qué la OMS pide que se prohíban

Despídete de las patatas fritas, los aperitivos y las galletas con el sabor y textura que tienen ahora… Con suerte puede que esta medida salve tu vida o evite que sufras un ictus o un infarto a largo plazo.

La retirada de las grasas hidrogenadas pueden salvan 10 millones de vidas en 25 años.Pexels

Es el placer culpable en el que muchos hemos podido caer alguna vez: las temidas “grasas trans”, también conocidas como “grasas hidrogenadas” o “ácido graso trans”, que llevan más de una década en el punto de mira por sus nocivos efectos para la salud. Se calcula que son responsables de 500.000 muertes anuales, derivadas de enfermedades cardiovasculares.

Bollería y repostería industrial, productos procesados, comida rápida, margarinas, snacks, aperitivos salados, quesos untables, alimentos pre-cocinados, y en menor medida, derivados de carnes y lácteos… Lo difícil es saber en qué alimentos se esconden estas grasas, sometidas artificialmente al proceso de “hidrogenación” catalítica de aceites vegetales, que consiste en transformar aceite en estado líquido a sólido, para alargar la vida de los productos procesados y mejorar su textura, sabor y conservación.

De la patata frita al ictus cerebral

La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) elaboró en 2010 y en 2015 el informe “Contenido de Ácidos Grasos Trans en los Alimentos en España”.

Analizaron 277 productos adquiridos en los supermercados e hipermercados españoles, para analizar su composición, y descubrieron que la proporción de ácido graso trans con respecto a los ácidos grasos totales, en cada grupo de alimentos, fue inferior al 2% en todos los grupos, salvo los yogures y postres lácteos (2,30 %), mantequillas (2,45%), quesos untables y otros quesos (2,52%), que podría estar relacionado con la presencia natural de estas grasas en alimentos derivados de animales rumiantes, como lácteos y carnes.

No solo infartos, también obesidad

Comparado con otros países, de elevado consumo de grasas hidrogenadas, se podría decir que en España no es un problema de salud pública. Sin embargo, se sabe que las “grasas trans” son letales para el corazón y responsables también de la epidemia de la obesidad.

Alteran el metabolismo lipídico, aumentan el colesterol malo (LDL) y triglicéridos, y disminuyen el colesterol bueno (HDL), lo que afecta a las arterias y deriva en aumento en el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, infartos y accidentes cerebrovasculares como ictus.

También están implicadas en la disfunción endotelial (indicador de arteriosclerosis), alteraciones en hepatocitos y adipocitos (relacionados con la obesidad), inflamación y aumento de la proteína C reactiva (PCR), producida por el hígado y marcador de riesgo cardiovascular.

Dinamarca -seguida por Suiza, Austria, Argentina y los Estados de Nueva York y California (EE UU)- fue la pionera en tomar medidas contra el uso de la hidrogenación, mediante impuestos y restricciones.

La OMS quiere prohibirlas para salvar 10 millones de vidas

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha ido un paso más allá, al pedir la prohibición absoluta del uso de “grasas trans” en la industria alimentaria y propone un programa de seis pasos, REPLACE, para conseguir la retirada de las grasas hidrogenadas, con fecha límite 2023.

"La OMS hace un llamamiento a los gobiernos para que utilicen el paquete de acción REPLACEpara eliminar los ácidos trans producidos en la industria alimentaria", anunció el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el director general de la OMS.

"La implementación de las seis acciones estratégicas en el paquete REPLACE ayudará a lograr la eliminación de las grasas trans y representará una gran victoria en la lucha mundial contra las enfermedades cardiovasculares".

Los seis pasos de REPLACE consisten en: analizar la situación de las grasas trans en cada país, promover la sustitución de estas grasas por otros aceites más sanos, legislar para prohibirlas, evaluar su presencia en la industria alimentaria y los cambios en los hábitos de la población; crear campañas de concienciación entre la opinión pública y la industria, y por último aplicar la nueva legislación y regulación.

Se calcula que estas medidas podrían salvar 10 millones de vidas en los 25 años siguientes a la prohibición de su uso. Ahora queda pendiente que los países recojan el guante lanzado por la OMS.

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