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SUFRE ADAPTACIONES
Qué duda cabe que hablar dos idiomas (o más) supone grandes beneficios en un mundo globalizado. Pero saber comunicarnos en más de una lengua no solo puede suponer cambios en tu vida, sino también en tu cerebro.
Más allá de tratarse de algo positivo o no en términos de inteligencia, lo cierto es que, cuando aprendemos uno o varios idiomas, el cerebro sufre distintas adaptaciones para poder utilizarlos de manera efectiva.
¿Qué idioma elegir en cada momento?
Cuando podemos hablar dos lenguas, ambas están activas todo el tiempo en el cerebro, aunque empleemos una sola. Esta activación en paralelo produce una especie de competición entre ambas que el cerebro bilingüe necesita resolver para seleccionar el idioma adecuado en cada momento.
Al principio, cuando todavía estamos aprendiendo, esta elección supone un importante esfuerzo. Sin embargo, con el tiempo, el cerebro se adapta para llevar a cabo esta tarea de manera más efectiva.
Por una parte, estos cambios afectan a su estructura. Se ha comprobado que tiene efectos en los dos tipos de tejido cerebral: la materia gris y la materia blanca. Las neuronas tienen dos componentes anatómicas principales: el cuerpo (donde procesan la información) y sus axones, las conexiones que permiten intercambiar información entre áreas cerebrales.
Los cuerpos de las neuronas se concentran en la parte superficial del cerebro (conforman la materia gris), mientras que los axones se interconectan más hacia el interior, en lo que se conoce como materia blanca. Se ha demostrado que el bilingüismo aumenta la cantidad de materia gris en el cerebro.
Cambios en ciertas regiones
Las modificaciones estructurales que tienen lugar en el cerebro bilingüe se producen en ciertas regiones y circuitos cerebrales encargados de diferentes tareas, las llamadas funciones ejecutivas. Entre ellas se encuentran la memoria y el control de la atención, que nos permite ignorar información que no tiene interés y concentrarnos en un objetivo.
Se ha comprobado que el bilingüismo aumenta la materia gris de las áreas involucradas en el aprendizaje y el procesamiento del lenguaje. Así, el cerebro es capaz de reestructurarse durante el aprendizaje de una nueva lengua, pero también como respuesta a la necesidad de cambiar entre el idioma nativo y el segundo.
Para gestionar la información rápidamente y con pocos errores, las rutas de materia blanca (las conexiones entre neuronas) que transfieren esta información y seleccionan una u otra lengua deben ser más eficientes.
Una de las formas en que estas estructuras ganan eficiencia es aumentando el recubrimiento lipídico de los axones (la mielina), la cubierta que les sirve de aislamiento. Este permite que se pierda menos información durante su transmisión y, por tanto, mejora la comunicación cerebral.
Algunas investigaciones sugieren que ser bilingüe durante toda la vida podría contribuir a conservar la mielina y, por tanto, a proteger la materia blanca del deterioro que produce la edad.
Más complejo de lo que parece
No obstante, el bilingüismo es un fenómeno más complejo de lo que pudiera parecer. Cada vez más estudios señalan que las circunstancias y la manera en que cada uno utiliza los distintos idiomas afecta a esos cambios cerebrales. Por ejemplo, no es lo mismo emplearlos durante toda la vida o solo durante un periodo de tiempo, hacerlo con regularidad o en raras ocasiones o la amplitud o tipo de vocabulario que utilizamos.
Varios trabajos han demostrado que las diferentes experiencias en el uso del lenguaje conllevan efectos distintos en la adaptación cerebral y su funcionalidad. Además, estas adaptaciones serían dinámicas, es decir, cambiarían a medidas que aprendemos y utilizamos los idiomas.
Por ejemplo, al principio, cuando aprendemos un nuevo idioma y comenzamos a emplearlo, el cerebro adapta sobre todo las regiones de la parte del córtex frontal para gestionar el mayor esfuerzo necesario. Una vez lo hemos usado durante un tiempo prolongado, las modificaciones ocurren también en otras regiones como los ganglios basales y el cerebelo, que permiten llevar a cabo una tarea más eficientemente o de manera automática.
Así, aunque todavía no está claro si hablar varios idiomas supone beneficios o no para el cerebro, lo que está claro es que produce una clara diferencia en el funcionamiento y la estructura de este increíble órgano.