Nuestro cerebro tiene más cosas en común con los testículos de lo que imaginábamos
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RECUERDOS DEL COVID-19
Podríamos entender la memoria como un álbum de fotos en el que guardamos imágenes más o menos nítidas de nuestros recuerdos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en los cuadernos del mundo físico, no podemos elegir las instantáneas que queremos incluir en esta colección mental de sucesos y detalles pasados.
Por mucho que creamos que no olvidaremos un nombre, una cara o una experiencia, a menudo el tiempo difumina o directamente borra aquello que pensábamos conservar para siempre. También pasa con las vivencias más extrañas, emocionales o traumáticas: muchas veces rememoramos solo los detalles más absurdos, mientras lo esencial o importante desaparece.
Lo mismo podría suceder con el confinamiento en el que vivimos desde hace más de un mes para frenar la transmisión del coronavirus de Wuhan. Ahora mismo parece una situación imborrable, una historia que sin duda contaremos en el futuro con todo lujo de detalles a quienes no la vivieron. ¿O quizá no? ¿Cómo recordaremos estos días raros dentro de unos años?
La importancia de las emociones
Las emociones tienen una gran influencia en procesos cognitivos como la atención, el aprendizaje, el razonamiento y la memoria. “La forma en que recordamos los hechos no es consecuencia únicamente del mundo exterior, también depende de nuestro estado interno”, explica Lila Davachi, investigadora de la Universidad de Nueva York.
Aunque todavía no existe un consenso absoluto sobre ello, numerosos estudios sugieren que cuanto mayor sea la carga emocional de un suceso, mayor será también la probabilidad de que retengamos la información.
Aquellas personas (como los sanitarios o quienes hayan sufrido alguna pérdida) más expuestas al sufrimiento y a situaciones traumáticas, de estrés o duelo ligadas a la crisis de COVID-19 recordarán estos meses de manera muy distinta a quienes han pasado estos días en casa sin demasiadas novedades.
Pero incluso aquellos que vivan el confinamiento de modo apacible pueden haber experimentado emociones de ansiedad, tristeza o felicidad que determinen sus recuerdos. Por eso la memoria que cada uno guarde de estos días será diferente, así como los detalles de los mismos: cuando las emociones asociadas a un suceso son muy intensas, tendemos a olvidar aquellos datos periféricos.
El factor sorpresa
Otra de las características de un acontecimiento que influyen en su memoria es la novedad. Si algo nos sorprende, se sale de la norma, será más fácil que lo recordemos en el futuro. Este factor se cumple en el caso de la actual pandemia de COVID-19: es una situación que nunca nadie había vivido antes.
Lo paradójico, sin embargo, es que, más allá de esta novedad, los días están cargados de monotonía. Según Jennifer Talarico, profesora de psicología del Lafayette College (Nueva York), esto no significa que los vayamos a recordar menos necesariamente, pero sí que probablemente mezclemos los hechos y acabemos con una idea genérica de lo que sucedió.
La memoria también nos ayuda a establecer una línea de tiempo, una historia coherente sobre una experiencia pasada. Los cambios constantes que caracterizan la evolución de la pandemia o las medidas tomadas también podrían contribuir a emborronar nuestros recuerdos futuros.
No obstante, aunque olvidemos las actividades habituales que hacemos durante el confinamiento, lo que probablemente permanezca en nuestra mente por más tiempo es lo que no podemos hacer: celebrar una boda, un cumpleaños o ir al concierto de tu grupo favorito. Su imposibilidad provoca emociones de pérdida y tristeza que nuestro cerebro registra.
Recuerdos cambiantes
Pero incluso aquellos detalles que la memoria decida retener pueden cambiar con el tiempo. Algunos pueden reforzarse o debilitarse o incluir nueva información. Los rasgos de nuestra personalidad, como aquellos relacionados con la neurosis o la extroversión, influyen en este proceso.
En [[LINK:EXTERNO|||NOFOLLOW|||https://www.nature.com/articles/nature08637|||un estudio publicado en ‘Nature’]] en 2010, la neurocientífica Daniela Schiller, de la Escuela de Medicina de Icahn del Hospital Mount Sinai (Nueva York) y algunos colegas demostraron que reescribimos los recuerdos cada vez que los traemos a la mente. Cada vez que contamos una experiencia, la cambiamos un poco. Lo esencial permanece intacto, pero los detalles varían.
Difícilmente podremos recordar con total exactitud las situaciones que vivimos durante el confinamiento o durante esta crisis sanitaria en general. Pero, aunque sesgada, algo desenfocada y cambiada con el tiempo, guardaremos una versión de lo que sucedió durante la pandemia de COVID-19 de 2020 que contar en el futuro.