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FANTÁSTICAS MANERAS DE EXPRESAR SENTIMIENTOS
No hay enfermedades sino enfermos. Los trastornos del neurodesarrollo afectan de mil formas distintas a cada persona que los padece, modificando su interacción social y comunicación verbal y adaptándose como pueden a sus carencias. Por tanto, cada enfermo es único, un mundo dentro del desarrollo de su trastorno cognitivo.
Lo mismo sucede con el autismo: quien lo padece ni carece de sentimientos ni es un genio. Lo que sucede es que algunos de los síntomas neurológicos que desarrollan los autistas se compensan con una hipersensitividad sensorial que les proporciona maravillosas formas de ver e interactuar con el difícil mundo que les rodea. Y tú no puedes imitarles, solo admirarlo.
Decía el Premio Nobel de Economía Vernon Smith, que el autismo es una "ventaja selectiva", ya que proporciona la habilidad para hiperconcentrarse en sus sus características obsesivas o "perseverancias" como les gusta denominarlas a ellos. Así lo aprovechó la zoóloga, etóloga, y profesora de la Universidad norteamericana, Temple Grandin una científica que padece autismo y que ha reutilizado su condición para profundizar y experimentar en el bienestar animal.
Cuando Temple era pequeña sus padres decidieron iniciar una terapia con animales para mejorar su desarrollo cognitivo. Ella se dió cuenta que los caballos con los que trabajaba también tenían problemas emocionales. Su capacidad para asimilar y entender sus propios problemas le daba una percepción mayor para entender los de los equinos. Y de ello hizo carrera.
Temple no soportaba dar abrazos ni el contacto humano. Su hipersensibilidad era un problema que le producía un gran rechazo social e incluso familiar. Observando los animales de la granja de unos familiares se dio cuenta que compartía esa hipersensibilidad al contacto extraño con los animales que estaban enfermos.
Para ellos el veterinario utilizaba una máquina que acurrucaba a las vacas para tranquilizarlas y así poderlas tratarlas mejor. Temple decidió construir su propia ‘máquina de abrazos’ para iniciar una terapia similar con ella misma e intentar superar poco a poco su fobia al contacto humano y a superar la ansiedad que ello le producía. Hoy en día su invento se utiliza en muchas de las clínicas de tratamiento.
La máquina de dar abrazos inventada por la autista Temple Gardin | Fuente:recuerdosdepandora.com
Temple siempre ha defendido que su habilidad para entender a los animales venía determinada por su forma de pensar como ellos, ya que no es capaz de tener pensamientos basados en el lenguaje. Los recuerdos le vienen siempre como imágenes, como si tuviera una cinta de vídeo en el cerebro.
Lo que padecen autismo y los animales piensan mediante asociaciones visuales no genéricas, pudiendo así tener miedo o rechazo a una persona en un entorno porque les recuerda a una imagen traumática del pasado, pero a lo mejor no sienten ese rechazo a la misma persona en un entorno diferente. Esto puede resultar extraño a personas sin autismo que no entiendan el proceso de un pensamiento gráfico.
Otros autistas desarrollan como mecanismo de adaptación cognitivo especiales habilidades para el cálculo y el aprendizaje, porque en general los autistas tienen mayor capacidad de procesar información que el resto.
El caso más reconocido es el del gran Daniel Tammet, un joven británico catalogado como ‘Savant prodigioso’ que padece problemas mentales y conductuales como parte de su trastorno autista y que le permiten, por ejemplo, memorizar y recitar los primeros 22.514 dígitos del número pi en tan solo cinco horas. No solo eso, es capaz de hablar 11 lenguas e incluso ha creado su propio lenguaje, el Mänti.
Al igual que Temple Grandin, la mente Daniel trabaja de una forma mucho más gráfica. Esto le permite, por ejemplo, asociar cada número a un color o experiencia con lo que trabajar con ellos le resulta extremadamente fácil. Mientras nosotros visualizamos dígitos sencillos (imitando a un papel en blanco) al intentar hacer un cálculo matemático mental, Daniel ve complejos paisajes con infinidad de formas y colores que le permiten de una forma más intuitiva y sencilla resolver complejas operaciones asociando información visual.
Las conexiones sinápticas y neuronales debilitadas por el trastorno autista de Daniel se han compensan con el refuerzo de otras más gráficas produciendo esta sinestesia. La extrema especialización no es habitual en los autistas y pacientes de Asperger (una forma benévola del autismo), pero sí lo es el mecanismo de compensación cognitivo.
Sí es habitual que este pensamiento gráfico unido a la introversión conceda al autista habilidades artísticas como medio de contacto y expresión social alternativa. En ese sentido 'Drawing Autism' es un libro que sirve centenares de ejemplos de artistas consagrados o no que cuentan con dibujos como viven su condición.
Ciudad Imaginaria. Dibujo de Felix. 11 años | Fuente:theatlantic.com
La música también es una herramienta de comunicación para los autistas. Matthew 'Matt' Savage no toleraba ningún tipo de ruido cuando a los 6 años fue diagnosticado con autismo e hiperactividad. Y como Temple Grandin utilizó ese rechazo para reeducar su trastorno poco a poco.
Aprendió por su cuenta solfeo y piano hasta convertir su aprendizaje en una obsesión terapéutica. Matt es hoy un músico y compositor graduado en Berklee con varios premios y que ha tocado con Chick Corea, The Ellington All Stars o Chaka Khan.
A veces las habilidades extraordinarias de algunos autistas son extravagantes por anecdóticas. Howard Potter es un 'savant' (síndrome del sabio) que vive en el Reino Unido y que es capaz de contar los guisantes que hay en un plato con apenas un vistazo. Como hacía el 'Rain Man' de Dustin Hoffman en la famosa película con una caja de palillos. También memoriza los resultados deportivos desde hace años, aunque es incapaz de sentir la emoción de una victoria.
Con dos años de vida a Jacob L. 'Jake' Barnett le diagnosticaron de autismo. “No podrá atarse los zapatos hasta los 16”, le dijeron los médicos a su madre mientras veía como en casa era capaz de resolver él solo puzzles de más de 5.000 piezas.
Jacob fue internado en un centro de educación especial tras el diagnóstico, donde trataron de potenciar sus dificultades en la interacción social y en la comunicación. Empeoró su conexión con la realidad e incluso dejó de hablar lo poco que había aprendido.
Su madre decidió darle otro enfoque a su educación, estimulando sus habilidades naturales y no frustrando al niño con aquellas gigantescas montañas de cosas que nunca podría escalar. El resultado con 16 años es el de un desarrollo neuronal más natural y un coeficiente intelectual de 170, mayor que el del propio Albert Einstein.
Pero no todo es un camino de rosas. Las carencias de Jacob estarán siempre presentes. A pesar de ser admitido en la Universidad de Indiana con tan solo 10 años, necesita a alguien de confianza que le diera un toque cuando se olvidaba de la necesidad de interrumpir sus estudios en el máster de física teórica para comer.