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Las consecuencias son fatales, según un estudio de la Universidad de Wisconsin-Madison
Las consecuencias son fatales, según un estudio de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE UU) publicado hoy en PLOS Medicine. Basándose en previsiones extraídas de cinco modelos climáticos distinto, David Abel y sus colegas del Instituto Nelson de Estudios Medioambientales han llegado a la conclusión de que el uso de combustibles fósiles para enfriar los edificios donde vivimos y trabajamos deteriora la calidad del aire que respiramos lo bastante para que la salud humana se resienta.
Es más, calculan que el uso creciente de los aparatos de refrigeración en verano aumentará el número de muertes en las próximas décadas. "Adaptarnos al cambio climático tiene consecuencias nada agradables" explica David Abel.
Entre las soluciones que barajan no está, ni mucho menos, apagar el aire acondicionado. Porque sería peor el remedio que la enfermedad. "Las olas de calor están aumentando en frecuencia e intensidad, y es evidente que los aires acondicionados salvan y salvarán muchas más vidas en estas circunstancias", explica Jonathan Paz, coautor de la investigación. El verdadero problema es que, de momento, nos socorren a costa de consumir combustibles fósiles que contaminan el aire que respiramos y dañan la salud.
Las cifras que arroja el nuevo estudio son bastante esclarecedoras. Según sus pronósticos, si nada cambia, a mediados de siglo en el este de Estados Unidos fallecerán 16.000 personas más a causa de la polución aérea y la acumulación de ozono.
Y mil de esas muertes serán directamente atribuibles al uso de los aires acondicionados. No han hecho cálculos para el resto del planeta, pero parece evidente que el problema en el sur de Europa será muy similar. "La solución pasa por dejar a un lado el petróleo y el gas natural y empezar a usar de una vez por todas energías limpias y medidas para conservar la energía de los edificios para bajar la temperatura de nuestras viviendas y oficinas sin contaminar", puntualiza David Abel.
No es una utopía. Ya empieza a despuntar algunas tecnologías que podrían cumplir el sueño del profesor Abel. Sin ir más lejos, el pasado mes de enero científicos de la Universidad Nacional de Singapur presentaban un aparato de aire condicionado que emplea agua en lugar de refrigerantes químicos y que puede enfriar el aire hasta 18ºC consumiendo un 40% menos de energía que los refrigeradores actuales. Y encima genera agua potable.
Igualmente interesante es la propuesta que hacían el año pasado ingenieros de la Universidad de Stanford para usar paneles reflectores en los tejados que, a modo de espejos, impiden que los edificios se calienten con la luz del sol y devuelven el calor directamente al espacio, sin recalentar siquiera el espacio alrededor del edificio.
La nueva tecnología de refrigeración, según se podía leer en la revista Nature, no consume electricidad y como mínimo reduciría el uso de los aires acondicionados en los enclaves más cálidos en un 21%.