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CON LA BOCA ABIERTA
Según un nuevo estudio, la duración de un bostezo depende del tamaño del cerebro del animal que lo emite. Por eso los humanos tenemos bostezos más largos que los de otros mamíferos de mayor tamaño pero menor órgano pensante.
Los bostezos han sido objeto de estudio para explicar su causa, algo que han intentado distintas teorías a lo largo de los años. Ahora, una nueva investigación llevada a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York, añade una nueva pieza al puzzle e indica que la duración de los bostezos depende del tamaño del cerebro y de cuántas neuronas están presentes en el mismo.
El descubrimiento, publicado en la revista 'Biology Letters', se basa en el hecho de que animales como los gorilas, los hipopótamos y los elefantes, todos más grandes que nosotros pero con un cerebro proporcionalmente más pequeño, bostezan durante menos tiempo que los humanos. Esto llevó a la hipótesis de que es el tamaño del órgano pensante, y no el de la cabeza o del cuerpo, lo que está asociado a la duración del bostezo.
“Ni el tamaño del cuerpo ni las estructuras anatómicas específicas implicadas en el bostezo -el cráneo y la mandíbula- son las que producen estos efectos, porque los gorilas, los camellos, los caballos, los leones, las morsas y los elefantes africanos tienen un bostezo más breve que el de los humanos”, afirman los autores del estudio.
Los investigadores bucearon en YouTube para encontrar muestras visuales de distintos animales bostezando. Al final, estudiaron 205 bostezos de 177 individuos de 24 especies diferentes. Durante las observaciones descubrieron que los ratones tienen los bostezos más breves, con una duración media de 0.8 segundos. Y los humanos los más largos, con una permanencia de 6.5 segundos. A pesar de que casi todos los animales bostezan –excepto unos pocos como la jirafa–, los científicos todavía no están totalmente seguros de la causa. Algunos creen que estos movimientos involuntarios se producen porque estamos cansados y necesitamos más oxígeno para despertarnos, a pesar de que la cantidad de horas que dormimos no está relacionada, según las investigaciones, con la acción incontrolada de abrir la boca.
El investigador Andrew Gallup propuso en 2007 que los bostezos actúan como una forma natural de enfriar el cerebro, una idea que fue apoyada más tarde por una investigación independiente. Los resultados de este último estudio, que señalan al tamaño del cerebro como un factor importante en la longitud del bostezo, podrían indicar también que Gallup quizá lanzara la hipótesis correcta, ya que un cerebro de mayor tamaño necesitaría un bostezo más largo para enfriarse.