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ENTREVISTA CON EPARQUIO DELGADO

Destripando la autoayuda: "Si dicen que funciona pero no hay pruebas, es probable que se trate de un fraude"

Es la nueva religión. Los libros de autoayuda y otras terapias pseudocientíficas intentan vender la felicidad o el éxito como fórmula universal  ¿Funcionan realmente?

Libros de ciencia mezclados con manuales de autoayuda @kurioso

¿Por qué tienen tanto éxito los libros de autoayuda? ¿Puede un manual de instrucciones servir para alcanzar la felicidad de cualquier lector? Entrevistamos a Eparquio Delgado, psicólogo y autor de 'Los libros de autoayuda, ¡vaya timo!'

¿Por qué lo llaman autoayuda si el que te ayuda es otro?

Esa es una de las tantas paradojas de este mundillo de la autoayuda. Al principio, los libros de autoayuda eran unos manuales legales que una persona podía utilizar para ‘arreglar’ papeles sin necesidad de un experto en leyes. No fue hasta los años '50 del siglo XX cuando empezó a utilizarse la palabreja para denominar a libros dirigidos a ayudar a las personas a conseguir el bienestar, el éxito y la salud sin necesidad de acudir a un profesional.

A partir de ahí, se empezó a hablar de “libros de autoayuda”, “grupos de autoayuda” e incluso de “gurús de la autoayuda”. Claro, uno se pregunta: ¿si es un libro, otra persona que sufre el mismo problema que yo o un charlatán de feria el que me ayuda se puede hablar de “autoayuda”? Yo creo que no. De hecho, los grupos de autoayuda han pasado a denominarse “grupos de apoyo mutuo o de ayuda mutua”, pero el término autoayuda ha pervivido porque en su momento se convirtió en una especie de marca que la gente identificaba, como está empezando a ocurrir hoy con eso a lo que se llama 'coaching'.

Sin embargo, hoy casi nadie quiere que su libro sea catalogado como autoayuda. Si quieres identificar a un autor de autoayuda, un buen truco es buscar por ahí para ver si en algún momento ha dicho “yo no soy un autor de autoayuda”. Casi siempre acertarás.

¿Que diferencia hay entre un manual de instrucciones y un libro de autoayuda? ¿Por qué debería funcionar la misma fórmula a un ejecutivo de Madrid que a un pastor de Orihuela?

Realmente no hay diferencia, aunque las 'instrucciones' de los llamados libros de autoayuda sí aparecen en formatos muy diversos. No parece haber mucha coincidencia entre un libro como 'Dios vuelve en una Harley', donde se cuenta la historia de unos personajes, y 'Los siete hábitos de la gente altamente efectiva', que te dice prácticamente cómo tienes que vivir.

Realmente, como ya he explicado en otras ocasiones, se podría llamar 'autoayuda' a un libro de instrucciones para cultivar tu propio huerto urbano, por ejemplo. Un libro de autoayuda también es una especie de libro de instrucciones para alcanzar el bienestar, la salud y el éxito económico, social y sentimental.

Evidentemente, la misma solución no tiene por qué funcionar para dos personas, incluso aunque tengan el mismo problema y vivan en el mismo edificio: entre ellas habrá diferencias educativas, económicas, valores y prioridades diferentes, historias de vida distintas e incluso una visión diferente de los mismos asuntos ¿O es que todos tenemos la misma idea de lo que es el amor y de cómo debe ser la vida sentimental? ¿Alguien se atreve a definir eso que se suele llamar 'felicidad'? ¿Todo el mundo aspira a lo mismo en el ámbito laboral? Está claro que no.

Por eso, las soluciones 'para todos' que ofrece la autoayuda no sólo no sirven, sino que incluso pueden llevar a la persona a pensar que lo correcto es vivir como el libro o el autor de moda le dicen que debe vivir. Al final, la autoayuda no sólo nos dice cómo superar los problemas, sino también lo que debemos considerar o no un problema.

¿Tiene éxito la autoayuda debido al excesivo individualismo de la nueva sociedad? ¿Por qué tanto reparo en pedir ayuda a un profesional?

No creo que haya tanto reparo en pedir ayuda a un profesional. Muchos de los tabúes asociados a la psicología han ido desapareciendo a medida que la gente se ha familiarizado cada vez más con el trabajo que hacemos los profesionales, y hoy resulta menos extraño encontrar a personas que hablan abiertamente de su experiencia en una consulta de psicología. Otra cosa es que antes de tomar la decisión de acudir a un profesional, las personas busquen soluciones más rápidas y económicas.

La idea de que uno puede solucionar determinados problemas o conseguir mejorar su rendimiento en un área determinada (por ejemplo, su forma de relacionarse con los demás) a través de un libro está muy extendida, gracias en gran medida a la enorme y continua campaña publicitaria que se ha hecho del género de la autoayuda durante décadas.

El tema del individualismo resulta más difícil de abordar. Es posible que esa tendencia a explicar los problemas humanos en términos individuales (mis problemas son míos y tengo que solucionarlos yo, por más que en muchas ocasiones las causas no dependan exclusivamente de mí mismo) se haya sumado a una sociedad cada vez más fragmentada, en la que las redes de apoyo social son cada vez más pequeñas e inestables. Posiblemente, lo que llamamos individualismo constituya un conjunto de factores que influyen no sólo en cómo abordamos el sufrimiento, sino en su propia génesis.

Dices que el efecto placebo es responsable en parte del éxito de la autoayuda ¿Cómo evaluamos de forma empírica su eficacia en terapias tan interpretables como las que ofrece la autoayuda?

Depende del criterio que tengamos en cuenta a la hora de hablar de 'éxito'. Que se vendan muchos ejemplares de un libro no significa que ofrezca soluciones eficaces para abordar un problema: un libro puede venderse bien gracias a una buena campaña de marketing, como pasa con tantos otros productos. Recordemos el éxito que tuvieron las famosas pulseras magnéticas hace unos años: sus creadores se forraron aunque no servían para nada.

Para decir que un libro 'funciona' sólo hace falta realizar un estudio. Bastaría con seleccionar a un grupo de personas con un problema concreto, por ejemplo, con depresión. A una parte de ellas se les da el libro y a otras no, y se comprueba si los síntomas disminuyen más en las que leen el libro que en aquellas a las que no se les pide que hagan nada en concreto. Si es así, entonces se podría afirmar que el libro es eficaz para abordar la depresión. El problema es que el mercado de la autoayuda no vive de ofrecer soluciones eficaces, sino de vender libros, y estos estudios nunca se hacen. Si se escribieran libros realmente eficaces, el negocio se acabaría.

Otra cosa diferente es que haya personas que se sienten mejor cuando leen uno de estos libros o aplican las técnicas que les proponen, e incluso hay quien asegura que el libro de autoayuda le ha ayudado a resolver el problema. Esto puede ocurrir, pero habría que preguntarse si se puede atribuir al libro o a otros fenómenos. Una persona puede sentirse mejor al leer un libro, pero sentirse mejor no es lo mismo que solucionar un problema.

Por ejemplo, si tengo un problema con mi jefe, es posible que me sienta mejor contándoselo a mis amigos o haciendo deporte, pero eso no significa que el problema con mi jefe se haya resuelto. También es posible que se haya solucionado por otras razones mientras la persona leía el libro, pero eso no es lo mismo que decir que ha sido el libro el que le ha solucionado el problema.

Mucha gente cree que el paracetamol cura la gripe porque la enfermedad ha remitido mientras lo tomaban, pero cualquier médico te explicará claramente que la gripe habría desaparecido sin tomar ese fármaco. La única forma de saber si un libro funciona es haciendo unos estudios que nunca se hacen.

¿Está llenando la autoayuda el hueco que deja las religiones?

En parte es así, y no ocurre sólo con la autoayuda. Antiguamente, era la Iglesia la que te decía qué comportamientos estaban bien y cuáles eran incorrectos, y te ofrecía textos y 'expertos' para afrontar el sufrimiento. Hoy ese papel ha sido asumido por otras instancias. La gente sigue sufriendo por muchas razones, pero en lugar de acudir a un cura o a la Biblia, busca respuestas en los libros de autoayuda, en los manuales diagnósticos de trastornos mentales o en nuevos 'expertos': psicólogos, psiquiatras, 'coaches', sanadores, guías espirituales y 'terapeutas' de todo tipo.

Es habitual encontrar en la consulta de psicología a personas que han leído libros de autoayuda, consumido psicofármacos o han ido a que les echen el tarot. En principio, cualquier cosa vale si sirve para solucionar un problema. La cuestión está en cuál es el criterio que utilizamos para decir que algo funciona. En mi opinión, cualquier procedimiento debe probar científicamente que es eficaz para poder afirmarlo. Si nos dicen que una técnica, un libro o una terapia funciona pero no hay pruebas de ello, es probable que se trate de un fraude. Pero incluso detrás de propuestas que se ofrecen como científicas encontramos muchas lagunas, como ocurre con el discutido tema del diagnóstico de los trastornos mentales.

Si a través de la autoayuda, como de la religión, alguien reconoce que alcanza la felicidad (aunque sea placebo) ¿por qué luchar contra ello si su fin no es el proselitismo?

Interesante pregunta. Es el mismo caso que nos encontramos cuando hablamos de cualquier pseudoterapia ¿Por qué denunciar que la homeopatía es un fraude si hay quien se siente bien cuando la toma? Aquí hablamos de varios asuntos al mismo tiempo. Por una parte, está la libertad de cualquier persona a hacer con su vida lo que le venga en gana mientras no fastidie a nadie, incluso aunque elija cosas que le perjudican. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el tabaco ¿Deberían prohibirse el tabaco, la homeopatía o los libros de autoayuda? Por supuesto que no: todo el mundo debe tener el derecho de hacer lo que le venga en gana, faltaría más.

En estos asuntos, hay que centrarse siempre en quien vende, no en quien compra los libros. Lo que exigimos es que cualquier procedimiento que prometa determinados resultados presente pruebas de que realmente sirve para lo que dice que sirve, y eso hay que exigírselo al que pone el producto o la supuesta terapia a la venta. Cuando vamos a una farmacia, asumimos que las autoridades han tomado las medidas necesarias para que no se vendan productos engañosos. Lo mismo ocurre cuando acudimos a una librería o vemos a determinados autores en la televisión hablando de las maravillas de su libro.

El problema es que esto no funciona así. No hay medidas suficientes que garanticen que la información que nos llega no sea errónea o directamente falsa, y al final nos están colando gato por liebre. Si alguien es feliz leyendo autoayuda, visitando París para año nuevo o coleccionando puzzles de gatitos, estupendo. Pero lo que no sería de recibo es que los fabricantes de puzzles pusieran en la caja "hacer puzzles le hará más feliz".

Luego está el asunto de ese concepto indefinible llamado 'felicidad' que tanto nos gusta y con el que nos venden desde embutidos hasta tazas para el desayuno. Si nos preocupáramos menos por alcanzar la felicidad quizá viviríamos mejor.

El intrusismo, el 'coaching', está desprestigiado la profesión del psicólogo que a su vez se confunde con el psicoanálisis ¿Por dónde trazamos la línea que separa cientificidad de la psicología del resto de terapias o autoayudas?

Una cosa importante: salvo en Francia y Argentina, el psicoanálisis está prácticamente erradicado. Algunos de sus conceptos perviven en la psicología popular, pero hoy poca gente espera divanes, terapias de años de duración y tipos barbudos que no hablan durante una hora. La pseudociencia en la psicología va por otros derroteros.

No podemos olvidar que la psicología ha empezado a estudiar científicamente el comportamiento humano desde hace relativamente poco, y todavía perviven teorías y prácticas no científicas, incluso entre los psicólogos. Creo que esto hace un flaco favor a la propia psicología. Si a esto le sumamos la charlatanería, el 'coaching' –en el que también hay psicólogos, como ocurre en el mundo de los libros de autoayuda– y los terapeutas de todo tipo, resulta a veces difícil trazar la línea entre lo que es científico y lo que no lo es.

Un posible criterio, que no está exento de limitaciones, es el de la psicoterapia basada en las pruebas: si se demuestra mediante estudios suficientes y bien realizados que una terapia es eficaz para un problema determinado, entonces podemos afirmar que esa terapia funciona, al menos hasta que se demuestre lo contrario. El problema de este enfoque es que encontrar pruebas de que una intervención funciona no significa que sepamos por qué lo hace. Probablemente el camino sea seguir avanzando en la investigación básica sobre el comportamiento desde las diferentes disciplinas (psicología, neurociencia, sociología, antropología y demás disciplinas) para conocer bien todos los factores que influyen en una situación determinada y, a partir de ahí, desarrollar procedimientos de intervención.