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SEGÚN UN ESTUDIO
Los pulpos son unos animales tan insólitos que hubo quien se tomó muy en serio la teoría que les achacaba un origen extraterrestre. Aunque no existen evidencias que refrenden esta idea propuesta el año pasado por un grupo de científicos, lo cierto es que las singulares características de estos cefalópodos hacen que su supuesta naturaleza alienígena resultase, incluso, verosímil.
Entre ellas, destaca su inteligencia. A diferencia de otros moluscos, los pulpos tienen un cerebro que puede alcanzar proporciones similares al órgano de algunos vertebrados y que les ha permitido desarrollar capacidades como la memoria y el aprendizaje.
Pero más allá del cerebro, sus ochos tentáculos constituyen una de las partes más importantes de su sistema nervioso distribuido, formado por múltiples agrupaciones de neuronas o ganglios repartidos por su anatomía. De los 500 millones de neuronas que poseen en su cuerpo, 350 millones se concentran en sus patas.
Toda esta capacidad de procesamiento tiene una explicación: los apéndices captan y procesan la información sensorial del entorno y se encargan del movimiento y la orientación de los animales en el agua. Funciones que les permiten reaccionar y desplazarse rápidamente. El mecanismo neuronal que gobierna sus tentáculos es tan eficiente que, según refrenda un reciente estudio de la Universidad de Washington, ni siquiera necesita la aprobación del cerebro para actuar.
Brazos autónomos
Aunque los científicos ya sospechaban que las patas de los pulpos disponían de una especie de cerebro propio, esta nueva investigación es la primera en modelar el flujo de información que se produce entre las ventosas, los tentáculos y el cerebro de los pulpos, basándose en trabajos previos sobre el comportamiento de estos animales acuáticos y en observaciones de laboratorio.
Según sugieren tanto el trabajo más reciente como otros anteriores, las ventosas pueden emprender acciones según los estímulos, coordinándose entre ellas. A su vez, los brazos procesan la información sensorial y motora y ejecutan respuestas en el sistema nervioso periférico, sin esperar ningún comando por parte del cerebro.
“Los tentáculos de los pulpos tienen un cordón neuronal periférico que rodea al cerebro y lo evita, así que pueden intercambiar información sin que este se entere”, explica Dominic Sivitilli, principal responsable de la investigación. “Mientras que el cerebro está bastante seguro de dónde se ubican los brazos en el espacio, estos también pueden localizarse y coordinarse para realizar movimientos”, añade.
Sivitilli y su colegas estudian el comportamiento de la especie de pulpo más grande del mundo, el conocido como pulpo gigante, y de la más pequeña, el pulpo rojo del Pacífico Oriental. Ambas tienen capacidades de aprendizaje y de resolución de problemas similares a las detectadas en otros animales como cuervos, loros y primates.
La informática les echa un cable
Para observar y analizar sus movimientos en el laboratorio, los investigadores entretienen a los animales con objetos de lo más variopinto, desde rocas a piezas de lego o laberintos con comida. Buscan patrones que revelen cómo el sistema nervioso delega sus funciones en las patas para realizar ciertas tareas o reaccionar ante un estímulo y pistas para saber qué movimientos están orquestados por el cerebro y cuáles por los tentáculos.
Una cámara y un programa de ordenador les permiten estudiar el comportamiento de los pulpos mientras estos exploran el entorno o buscan comida en un tanque de agua. El ‘software’ monitoriza los movimientos de las patas, tanto síncronos (sugiere la participación del cerebro) como asíncronos (indica que las decisiones se toman directamente en cada apéndice).
Ahora, los investigadores quieren utilizar su modelo para entender cómo la actividad neuronal en los tentáculos se engrana con la dirigida por el cerebro cuando los animales llevan a cabo tareas complejas, como buscar alimento o cazar. Sivitilli tiene claro que los pulpos no vienen de otro planeta, pero asegura que comprender su singular inteligencia puede ayudar a prepararnos para estudiar en el futuro las capacidades de seres extraterrestres. Si es que los encontramos…