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Tenía siete años cuando los médicos decidieron extirparle un tercio del hemisferio derecho
¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Ha sobrevivido UD? Sí. Es más, se ha convertido en una de las pruebas más evidentes de hasta dónde llega la plasticidad de la sesera humana. Meses después de su lobectomía, un equipo de neurocientíficos decidió hacer un seguimiento exhaustivo de la evolución de su cerebro.
Después de tres años completos sometiendo su mollera a un escaneado periódico han comprobado que, como era previsible, no puede ver la mitad izquierda del mundo. Porque el hemisferio cerebral derecho procesa las imágenes que el ojo izquierdo capta. Y, en su caso, las neuronas encargadas de hacerlo se han extraído.
Sin embargo, la lista de taras termina ahí. Porque resulta que su hemisferio izquierdo ha tomado la batuta de otras funciones. Y UD es perfectamente capaz de reconocer personas y objetos solo con la mitad izquierda de la sesera.
"Su cerebro se ha reorganizado para compensar algunas funciones de orden superior como el análisis de las pistas visuales complejas que se necesitan para reconocer un rostro", explican los autores del estudio.
Con la sexta parte de su cerebro extirpada de raíz, y curado ya por completo de los ataques epilépticos, el único déficit que experimenta UD con 11 años es "que no puede ver todo el campo de visión, porque no procesa la mitad izquierda, pero puede compensarlo moviendo los ojos o girando la cabeza para evitar los puntos ciegos", asegura Marlene Behrmann, investigadora de la Universidad Carnegie Mellon (EE UU) y coautora de un trabajo que publica hoy la revista Cell Reports.
El hemisferio izquierdo está realizando él solito el trabajo que antes englobaba a todo el cerebro para reconocer caras, objetos y palabras. Y el resultado es que la inteligencia del chaval se mantiene intacta, incluso con un coeficiente intelectual un poco por encima de la media de su edad. Eso sí, en la clase lo sientan en el lateral izquierdo, para ponérselo un poco más fácil.
"Con el caso de UD hemos comprobado que la sesera humana tiene una capacidad increíble de reestructurarse, con la única excepción para mantener un ángulo de visión periférica de 180ºC sí hace falta que ambos hemisferios estén intactos", subraya Behrmann. La duda que queda sin resolver es si esta plasticidad es extrema en UD debido a su corta edad o si sería la misma en un adulto.