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LO DEMUESTRA UN ESTUDIO
Un estudio muestra que el nivel de perfeccionismo ha ido aumentando entre los jóvenes universitarios, y sus autores lo asocian a la cultura hipercompetitiva del neoliberalismo
Decía la escritora Pearl S. Buck que el afán de perfección "hace a algunas personas totalmente insoportables”. Lo curioso es que esta Premio Nobel de Literatura falleció poco antes de que empezara a propagarse una epidemia de perfeccionismo en occidente. Al menos, así lo indica un reciente estudio publicado en la revista 'Psychological Bulletin', que muestra que el nivel de perfeccionismo entre los universitarios ha ido aumentado a lo largo de los últimos 30 años.
El problema, sin embargo, no es sólo que los jóvenes sean cada vez más perfeccionistas, sino que, en su afán de superación, se ponen unas metas que, a menudo, son inalcanzables. El motivo: se enfrentan a condiciones sociales y económicas "mucho más difíciles que sus padres”, aseguran los investigadores.
Los autores del estudio, realizado con más de 40.000 universitarios entre 1989 y 2017, consideran que esto puede deberse a que las culturas occidentales se han vuelto “más individualistas y materialistas durante este período”, y al hecho de que los jóvenes se enfrenten a entornos cada vez más competitivos.
“El aumento de los niveles de perfeccionismo podría considerarse sintomático de la forma en que los jóvenes se enfrentan a la nueva cultura del individualismo competitivo del neoliberalismo”, concluyen los científicos.
Los cambios introducidos por el neoliberalismo
Desde la década de 1980 en adelante, muchos países occidentales han ido optando por políticas de libre mercado en las que los jóvenes deben luchar contra los demás bajo el principio de la meritocracia.
De acuerdo con la meritocracia neoliberal, aquellos que llegan a las mejores escuelas y universidades, conseguirán los mejores trabajos y, por tanto, adquirirán más riqueza y estatus social. Según esta doctrina, los que no alcanzan un buen nivel educativo y profesional es porque, sencillamente, son menos capaces.
Los investigadores querían analizar cómo esta cultura ha podido influir en la personalidad de los jóvenes. “Concretamente”, explican los científicos, “examinamos si los niveles de perfeccionismo han aumentado en las últimas tres décadas entre los estudiantes universitarios”.
Estudios anteriores ya habían mostrado que las generaciones más jóvenes son cada vez más narcisistas y extrovertidas, muestran menos empatía hacia los demás y tienen más tendencia a culpar a las víctimas de un suceso que las generaciones anteriores.
Finalmente, tras analizar los datos, los hallazgos del estudio indican que las nuevas generaciones de jóvenes universitarios perciben una mayor exigencia social hacia ellos (un 33% más que las generaciones anteriores), son más exigentes con los demás (16%) y también son más exigentes consigo mismos (10%).
Según los autores del estudio, “a los jóvenes se les enseña que los principios de la meritocracia son buenos y justos”, con lo que se ven “obligados a demostrar sus méritos” y “establecer metas cada vez más altas”, aunque sean “poco realistas”.
Expectativas alejadas de la realidad
Respecto a las perspectivas de los jóvenes, los científicos recuerdan que la brecha entre los estudiantes de secundaria que esperan obtener un título universitario y los que de verdad lo obtienen se duplicó entre 1976 y 2000 en EEUU, lo que sugiere que las expectativas de muchos jóvenes son cada vez más irreales.
Al mismo tiempo, en los países desarrollados la ventaja salarial que se obtenía por tener una carrera universitaria se ha ido estancando y ahora ésta sólo se consigue mediante los posgrados. Sin embargo, apenas un 10% de los trabajadores tiene formación de este tipo.
Los autores del estudio concluyen que la meritocracia va elevando el listón de las expectativas de modo que los objetivos deseables “se vuelvan inalcanzables para la mayoría, especialmente para los jóvenes, y particularmente en términos de logros educativos”.
Este aumento de la presión por conseguir metas poco realistas puede tener un impacto negativo en la salud mental de los estudiantes de hoy, según los autores del estudio, por lo que instan a los educadores y a los responsables políticos a encontrar formas de reducir la competitividad en los centros educativos.