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BONDADES Y PELIGROS DE LA FINANCIACIÓN COLECTIVA EN CIENCIA

¿Funciona el crowdfunding científico?

¿Realmente funcionan estos proyectos? ¿Cuáles son los más importantes? ¿Qué peligros tiene este tipo de financiación?

Davide Vannoni haciendo campaña para su proyecto giornalettismo.com

Adaptarse al medio o morir. Como el mejor de los principios de selección natural, la ciencia busca en los recodos de las nuevas tecnologías para responder a las carencias de financiación pública. Hace 20 años el mecenazgo científico no institucional era una quimera que prostituía muchos de los proyectos por la obligación de venderse a grandes marcas, monopolios o farmacéuticas con intereses en la propia investigación. Hoy en día con el crowdfunding, la financiación popular masiva, o con la suscripción disgregada colectiva esta dependencia ideológica se pierde, permitiendo la autonomía científica de las investigaciones. Pero también acarrea otros peligros.

En 2009, el psicólogo italiano Davide Vannoni -profesor en la Universidad de Udine- creó la fundación Stamina para investigar las terapias contra las parálisis musculares con células madre. Como la Ley italiana es muy restrictiva con el uso de estaminales la financiación era más bien privada, colectiva y solidaria. Los tratamientos eran gratuitos. Uno de los primeros crowdfunding científicos. Pero la historia acabó mal ¿Qué pasó?

Davide padecía una parálisis facial producida por un virus. En el año 2004 acudió a un laboratorio experimental ucraniano donde le extrajeron células madre de su médula ósea. Tras cultivarlas durante 20 días se las inyectaron en la cara, recuperando hasta el 50% de su movilidad. 'Si funciona en mí, funcionará en los demás', pensó. Y decidió importar su método sin ponderar ni el método científico de los resultados ni las leyes italianas sobre el tratamiento con células madre.

Para ello basó su estrategia en la psicología social, el punto más débil de la opinión pública sometida a la compasión de enfermos desesperados y en vacío legal del decreto de cuidados compasivos. Un decreto que permite los tratamientos experimentales sin ensayos clínicos normalizados en enfermos desahuciados si hay consentimiento mutuo. Antes de que la Agencia Italiana del Medicamento prohibiera sus tratamientos ya había recopilado 30 casos mediáticos de niños con parálisis muy graves, lo que le permitió engordar el crowdfunding con el populismo y piedad pública de la sociedad más susceptible y acrítica.

Había hecho fuerte un falso método científico con un protocolo no aprobado por el Instituto Superior de Sanidad (ISS) con el capital atraído por misericordia. La fórmula perfecta de los telemaratones.

Inmediatamente la gente confundida señaló con el dedo al Estado por impedir el controvertido tratamiento de enfermos desesperados. El ministerio de la salud reculó tras las presiones, permitiendo continuar y concluir los procedimientos ya iniciados ante el estupor de la comunidad científica.

Si dejas que la masa aborregada decida qué proyectos científicos son los más relevantes y merecen financiarse, el sesgo ‘lacrimal’ acabará por subvencionar solo a curanderos alquimistas y vendedores del bálsamo de fierabrás en un canal de YouTube. La ciencia difícil y productiva es, la mayoría de las veces, la más aburrida. La de horas y horas revisando datos encerrado en un laboratorio. Para ello se desarrolló el método científico, los arbitrajes y las revisiones ‘peer review’ entre colegas que decidan la verdadera relevancia científica de los estudios.

Remedios para la presión popular

Pero no siempre es así. Para evitar el sesgo populista basta con hacer plataformas de crowdfunding especializadas como ExperimentPetridish, donde un criterio más científico filtre los proyectos a modo de ‘peer review’, dando la oportunidad a trabajos más especializados. Así se ha logrado financiar estudios para la protección de la arapaima o sobre el lenguaje del bonono salvaje

También hay proyectos ridículamente ingeniosos (y benignos) que jamás encontrarían financiación por vía estatal o de la empresa privada. Pequeños sueños de científicos locos en busca de su momento de gloria. Aquí, los particulares que se identifican con el frikismo del científico, son los mejores mecenas y no siempre buscan su rentabilidad sino el apoyo a un hobby o causa que parece perdida. Así tenemos al tipo que necesita tres aviones para enseñar a volar a la grulla blanca u otro que ha recaudado 62.000 dólares para luchar contra el (mal) aliento de los perros. Plataformas gigantes como indiegogo.comkickstarter.com son caldo para el experimento sociológico de una idea curiosa. Pero esto solo es una moda pasajera.

¿Cuál es el límite de esta microfinanciación colectiva en la ciencia? Imposible de adivinar. Hace poco el proyecto ARKYD de un telescopio espacial privado de acceso público que se puede controlar desde tu casa para ver satélites, asteroides o incluso poner una foto tuya en el espacio, alcanzó la cifra de un millón de dólares, con más de 17.000 donantes. Lo que demuestra que la ciencia bien entendida, explicada, útil y participativa interesa mucho y es cada vez más viable sólo con el soporte de micro apoyos.

El crowfunding científico y sus variantes no son patrimonio de particulares y no buscan siempre dinero. Grandes empresas, e incluso organismos públicos, lo han usado en beneficio propio. Así, la Agencia Espacial Europea ha utilizado recursos humanos voluntarios para su proyecto AstroDrone. Recordando viejos modelos científicos de participación social como el célebre SETI@Home, Facebook ha utilizado también el crowdsourcing (colaboración abierta externalizada) para crear sus diferentes versiones lingüísticas... aunque la mayoría lo explota como recurso de márketing para filtrar de forma barata el talento social de miles de clientes o consumidores que de otra forma sería prohibitivo.

No todo son proyectos costosísimos que hacen perezosa la colaboración individual. Hay científicos que se conforman con menos de cuatro cifras para revolucionar el diagnóstico de enfermedades casi pandémicas. Hace pocos días se logró alcanzar el objetivo del primer crowdfunding científico de la plataforma española iLoveSciencie. Rodrigo Barderas, un doctor en ciencias Químicas, ha recaudado 1.000€ para poder desarrollar un método de diagnóstico del Alzheimer antes de presentar síntomas. ¿En serio solo necesita 1.000€?¿A qué estamos esperando?

Pero, sobre todo, ¿qué cuerpo se te queda cuando te das cuenta que el Estado es incapaz ni de financiar estos pequeños proyectos?