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EL SEXO ES UN COMBATE CONTRA LOS VIRUS
Según la hipótesis de la Reina Roja, el sexo surgió como defensa de los organismos frente a la amenaza de los parásitos y virus, porque de esa manera creamos descendencia con nuevos genes combinados entre el padre y la madre, lo que obliga a los parásitos a intentar descifrar de nuevo cómo atacarlos. Y es que nuestro cuerpo está lleno de parásitos deseando colonizar nuestro cuerpo...
Antes no existía el sexo. Durante más de 2.500 millones de años, los animales y las plantas de la Tierra se reproducían asexualmente. Al no tener de padre y madre, su ADN se duplicaba de manera clónica, creando más y más individuos idénticos unos a otros.
Sin embargo, esta manera de reproducirse entraña no pocos riesgos: si un parásito o un virus logra descifrar cómo colonizar un organismo, automáticamente podrá colonizar al resto, extinguiendo la especie o gran parte de ella.
La evolución dio con una solución: si cada descendiente tenía un nuevo ADN, ello aumentaría la probabilidad de supervivencia. Para crear descendientes no clónicos, algunas especies empezaron a mezclarse entre sí a través del sexo.
Esta hipótesis acerca del nacimiento del sexo se bautizó en biología como 'hipótesis de la Reina Roja', gracias a un pasaje de 'Alicia en el país de las maravillas', de Lewis Carroll. En él se describe cómo la Reina Roja explica a Alicia que debe correr todo lo rápido que pueda para permanecer en el mismo sitio. El símil viene porque, como los parásitos están constantemente desarrollando nuevas formas de atacar a sus huéspedes, los organismos deben evolucionar deprisa para seguir existiendo... y el sexo es la forma más rápida de hacerlo.
Como abunda en ello Jorge Alcalde en su libro '¿Por qué los astronautas no lloran?', "la especie correrá más deprisa que los virus y parásitos mortales. Y el único modo conocido de lograr este cóctel de ADN es mezclando por partes iguales y de manera azarosa la mitad del código genético de un padre y la otra mitad de una madre. Cuando los hijos repiten la operación y luego los nietos, durante miles de generaciones, el resultado es una segura y próspera diversidad".
Parásitos y virus por doquier
El sexo se ha convertido en la forma idónea de escapar de la amenaza de los parásitos en muchas especies. Porque hay muchos, y están por todas partes desde el principio de los tiempos, como explica Carl Zimmer en su libro 'Parásitos': "Los antiguos egipcios y los chinos prescribían diferentes clases de plantas para destruir los gusanos que vivían en el intestino. El Corán les aconseja a sus lectores que se mantengan alejados de los cerdos y del agua estancada, ambos fuentes de parásitos".
Al principio, los científicos consideraban que los parásitos debían de generarse espontáneamente en el interior del cuerpo, como las larvas aparecen en un cadáver. Sin embargo, había muchos más parásitos de los que los científicos de la época podían ver con el ojo desnudo... Así, esa idea acabó por desecharse en 1673.
Fue entonces cuando un tendero de la ciudad holandesa de Delf, un tal Anton van Leeuwenhoek, colocó unas gotas de lluvia estancada bajo un microscopio de fabricación propia. Tras observar unos glóbulos serpenteantes, algunos con colas y otros con patas, se abrió la veda al mundo microscópico de los parásitos.
Progresivamente, se fueron encontrando cientos de clases diferentes de criaturas microscópicas que habitaban en el interior de otras criaturas. Si ahora mismo os examinarais el cuerpo, descubriríais con horror que hay billones de parásitos de miles de especies distintas pululando por vuestros intestinos, vuestra sangre, vuestra piel, vuestro pelo, vuestra boca y todas y cada una de las partes de vuestro cuerpo. Algunos se han identificado como benignos (por ejemplo, necesitamos determinadas bacterias para hacer correctamente la digestión), pero muchos otros no cejan en su empeño de colonizarnos.
En total, hay cientos de tipos de parásitos en nuestros cuerpos, algunos indetectables en un test, de la misma manera que en el mundo también hay millones de virus que podrían eventualmente constituir una amenaza para nosotros. En la Tierra se estima que hay un montón de virus. Concretamente tantos como un '1' seguido de 31 ceros.
Por eso existe el sexo y por eso proporciona tanto placer: para que lo practiquemos a menudo, para que nos reproduzcamos en criaturas no clónicas y, finalmente, concibamos una suerte de 'terra incognita' para los parásitos invasores.