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LOS ESPAÑOLES, CADA VEZ MÁS INTERESADOS POR LA CIENCIA
Uno de cada cuatro españoles es geocentrista sin saberlo. Es decir, que considera que el Sol (y vaya usted a saber qué más) gira en torno a la Tierra. Siendo benevolente, uno podría decir que no están equivocados, solo unos siglos desfasados. La teoría geocéntrica fue de lo más popular en su día, pero empezó a perder fuelle allá por 1543. Según parece, no todo el mundo se ha enterado.
El dato procede de la encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología que realiza por FECYT. Es el mismo estudio que, hace unos años, revelaba que casi la mitad de los españoles es incapaz de recordar el nombre de un solo científico. Ni Einstein. Ni Newton. Ni Hawking.
No obstante, hay buenas noticias. Los españoles cada vez nos interesamos más por la ciencia. Valoramos cada vez más a los científicos (segundo puesto tras los médicos) y cada vez más gente considera que debería aumentarse la financiación pública destinada a la investigación. El asunto del geocentrismo, por tanto, no pasa de la anécdota ¿O es más que eso?
Millones de personas utilizan el móvil cada día sin tener la más remota idea de cómo funciona, se vacunan sin saber qué están haciendo ni exactamente por qué, se dejan guiar por el GPS como si fuese un aparato mágico e incomprensible, consumen alimentos que prometen “restaurar sus defensas” y cosméticos que aseguran “regenerar el ADN”. Ciencia asumida al modo de la fe.
Cartel realizado por el profesor de química James Kennedy que muestra los componentes de un plátano “totalmente natural”.
La incultura científica está en el germen de ciertas alarmas que, de cuando en cuando, asoman en nuestra sociedad. El más evidente y peligroso ejemplo es el movimiento antivacunación, pero no es el único
Hace poco, los muros de Facebook se llenaban con el video de un hombre que, indignadísimo, rallaba una manzana con una navaja. Su cabreo aumentaba en un alocado crescendo al comprobar que de la piel de la manzana se desprendía un polvillo blancuzco. “Éste es el veneno que nos están metiendo en el cuerpo”, decía.
El veneno en cuestión es cera (no “plástico”, como dice el hombre del video). Cera natural, inocua y comestible, que la industria alimentaria emplea para alargar la vida de las manzanas y para dotarles de su característico brillo.
El video fue convenientemente desmontado por docenas de personas en internet. Pero, diga lo que diga la encuesta de FECYT, muchas personas parecen más dispuestas a creer las palabras de un anónimo en un video de YouTube que las de cualquier científico.
Algo similar ocurrió a principios de los '90, cuando se divulgó un listado de los riesgos que entrañaba el consumo de una sustancia llamada monóxido de dihidrógeno o DHMO. Esta sustancia, capaz de corroer y oxidar metales, está presente en prácticamente todos los alimentos que consumimos. Y lo está porque el DHMO es, simplemente, agua.
Cartel avisando de los peligros del...agua
La broma (o 'hoax', como se diría ahora) fue diseñada para burlarse de todas esas alertas basadas en el desconocimiento científico. Su origen no está claro, aunque se sospecha de una facultad de química de California. Años después, los peligros del DHMO vivieron un nuevo impulso en internet gracias a páginas web que alertaban de los peligros de esta sustancia. Incluso se recogieron firmas para exigir al gobierno de Estados Unidos que la prohibiese de inmediato.
Aún hoy en día, de cuando en cuando, el monóxido de dihidrógeno vuelve a las redes sociales para recordar al buen entendedor el peligro de la incultura científica.