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VOLTAIRE LAS SUFRIÓ Y NAPOLEÓN LAS COMBATÍA
La úlcera de estómago o úlcera péptica preocupó ya a los médicos grecorromanos. Estas molestias gástricas se asociaron durante mucho tiempo al mal caracter o los malos hábitos. Charles Darwin incluso llegó a explicar que tenía miedo de viajar por sufrir posibles molestas del estómago. Voltaire también las sufrió. Y Napoleón, que las combatía con aguas anisadas.
Sin embargo, el interés médico y las investigaciones exhaustivas sobre el origen de la úlcera no comenzaron hasta finales del siglo XIX.
Muchos llegaron a deducir que la úlcera nacía de la mala alimentación, y que precisamente a través de una alimentación menos agresiva se podía combatir. Hubo algunas voces que llegaron a conjeturar que la úlcera era un infección bacteriana, y que nada tenía que ver con la alimentación, el estrés o el mal humor. No obstante, la mayor parte de la ciencia se negaba a aceptarlo: ¿cómo iban a poder sobrevivir las bacterias en el ácido del estómago?
El joven Barry Marshall
Barry Marshall era un joven médico australiano allá por el año 1981, y estaba en la unidad de gastroenterología del Royal Perth Hospital. Allí fue donde empezó a alumbrar la idea de que quizá la úlcera de estómago la originaba una bacteria, sobre todo a raíz de las investigaciones del patólogo Robin Warren, que había descubierto que los pacientes con demasiado ácido en el estómago tenían unas bacterias que podía sobrevivir a ese mismo ácido.
Las bacterias tenían forma de serpiente y se parecían a las Campylobacter, que pueden originar una infección en las personas que manipulan pollos, algo que sabía muy bien Marshall porque su padre era ingeniero de refrigeración en una planta de procesamiento de pollos. Empleando muestras de los pacientes del doctor Warren, pues, Marshall trató de cultivar esas bacterias en el laboratorio.
No había forma de conseguirlo, pero unos meses más tarde, cuando por error dejó el cultivo por demasiado tiempo en la incubadora, finalmente las bacterias crecieron. Marshall acababa de descubrir que aquellas bacterias eran desconocidas para la ciencia.
Como aquellas bacterias todavía no tenían nombre, las llamó Helicobacter pylori. Pylori viene del latín pylorus, que significa ‘guardabarrera’, y hace referencia al píloro (la apertura circular del estómago que conduce al duodeno).
Inicialmente, Marshall no quería descubrir si esas bacterias causaban úlcera gástrica, sino qué eran esas bacterias y cómo podían sobrevivir a los ácidos del estómago. Sin embargo, poco a poco descubrió que todos los pacientes diagnosticados con úlcera tenían esas bacterias nadando en el estómago. Todos, sin excepción. No podía ser casualidad.
Infectándose a sí mismo
Después de que Marshall infectara a ratas y cerdos con la bacteria recién descubierta, la úlcera no apareció en ninguno de ellos. Tal vez la bacteria, después de todo, no fuera la causa de la úlcera. Para asegurarse del todo, decidió probarlo en un ser humano.
¿Quién iba a ser el conejillo de indias? Marshall decidió que sería él mismo, y ni siquiera se lo contó a su colaborador Robin Warren. Ni a su mujer. Lo iba a hacer completamente en secreto: si fracasaba, pues dos años de investigación tirados a la basura. Pero si tenía éxito, entonces le esperaba un gran reconocimiento académico (además de una molesta úlcera estomacal).
Primero se realizó una biopsia de su estómago para garantizar que no tenía ya la Helicobacter pylori. Y, como no había rastro de ella, se tragó un puñado que había cultivado en un paciente. Se convirtió así, probablemente, en la primera persona de la historia que deseaba con todas sus fuerzas desarrollar una úlcera estomacal.
Afortunadamente (para él), cinco días después empezó a tener ataques de vómito. Y diez días después, tras someterse a otra biopsia, le diagnosticaron una gastritits que iba en camino de convertirse en una úlcera. Tras tomarse un antibiótico que eliminó la bacteria, los problemas estomacales remitieron. Todo había salido justo como había previsto.
A pesar del desdén con el que la comunidad médica se tomó el hallazgo de Marshall, investigaciones posteriores demostraron que la bacteria no solo era la verdadera responsable de las úlceras, sino también del cáncer de estómago.
A partir de entonces, la úlcera ya no requeriría de antiácidos o complicadas cirugías: bastaba con tomar un antibiótico barato. Y Barry Marshall y Robin Warren, en el año 2005, recibieron en Premio Nobel por ello.