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TERAPIA DIRIGIDA
La nueva terapia no depende de la localización del tumor, sino que puede servir para tratar cualquier cáncer que comparta una determinada mutación genética.
La autoridad que se encarga de dar el visto bueno a los productos sanitarios antes de que salgan a la venta en los Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés), ha aprobado un nuevo medicamento que aprovecha una mutación presente en varios tipos de cáncer para combatirlos, en lugar de basarse, como es habitual, en su localización.
El medicamento se llama Vitrakvi y es el segundo de este tipo (denominado larotrectinib) que recibe luz verde por parte del regulador. Además, se ha aprobado al mismo tiempo para su uso en adultos y niños, algo poco habitual en las medicinas oncológicas, que suelen tardar más en considerarse adecuadas para los menores.
No obstante, se trata de un medicamento indicado para pacientes cuyo cáncer se ha extendido o que podrían sufrir complicaciones graves por someterse a cirugía y carecen de alternativas satisfactorias.
Este medicamento forma parte de los prometedores avances en terapia dirigida, cuyo enfoque se basa en combatir los tumores que comparten un determinado biomarcador, una misma firma genética, independientemente de en qué parte del cuerpo se han originado.
El coste de esta nueva terapia es elevado. La empresa fabricante, Loxo Oncology, y su socia Bayer han anunciado que el precio del suministro de pastillas para 30 días será de 32.800 dólares (cerca de 29.000 euros) en el caso de los adultos, y el coste de la fórmula líquida para niños, aunque se determinará en base a la superficie afectada por el cáncer, partirá de los 11.000 dólares al mes (más de 9.600 euros).
El mayor inconveniente, no obstante, es que para determinar si el tumor es del tipo que se puede tratar con esta medicina hace falta un estudio genético que no siempre se practica.
Teniendo en cuenta que solo se produce la mutación que hace posible la terapia en un 1 % de los casos para la mayoría de tumores sólidos, lo que se traduciría en unos 2.000 o 3.000 pacientes cada año en los Estados Unidos, no será sencillo que la prueba empiece a practicarse a todos los que potencialmente podrían beneficiarse.