Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
A TRAVÉS DE LA SUDORACIÓN SEGREGAMOS CIERTAS HORMONAS
El miedo no deja de ser una de las muchas reacciones químicas que se producen en nuestro organismo. Una serie de hormonas, entre ellas la adrenalina, se ponen en funcionamiento ante un estado de terror o ansiedad y son expedidas hacia el exterior mediante el sudor.
Sentir miedo es algo innato y que todos hemos vivido en más de una ocasión. Muchas son las veces en las que ese estado de ansiedad que nos produce el sentir miedo nos provoca al mismo tiempo un chute emocional que, tras superar la inicial crisis de terror, hace que nos encontremos incluso mejor de lo que estábamos. Algo conocido popularmente como ‘tener un subidón’. Ese es uno de los motivos fundamentales por el que tienen tanto éxito las películas y atracciones de terror e incluso las actividades de alto riesgo.
Eso sí… todo ello siempre y cuando estemos en un entorno seguro y acompañados por personas de nuestra confianza.
El miedo no deja de ser respuestas fisiológicas que salen desde nuestro cerebro y que durante el proceso libera una serie de hormonas y neurotransmisores –catecolaminas- que van directamente a nuestro torrente sanguíneo. Y ellas, como otras muchas hormonas, acaban en el exterior de nuestro organismo a través del sudor.
La mayoría de seres humanos no tenemos un olfato tan desarrollado como para detectarlo, pero la mayoría de animales sí pueden hacerlo.
Así, si ante la presencia de un animal peligroso nos ponemos nerviosos y empezamos a sentir miedo éste podrá llegar a olerlo, por lo que nuestra vida correrá serio peligro. Eso se debe a que ciertos animales juegan con la ventaja de que, al detectar cierto olor, saben que es el momento ideal para atacar a la indefensa y acobardada presa.
Según explican los expertos en neurología, el miedo es una reacción fisiológica y neuronal anticipada ante cualquier acontecimiento –desconocido- que nos pueda suceder: tras entrar en una calle oscura y desierta, al sentir los pasos de alguien que nos sigue o al escuchar un ruido en otra estancia de la casa si se supone que estamos solos.
El proceso del miedo
Siempre hay un detonante que nos pone en alerta y avisa a nuestro cerebro de un posible e inminente peligro, activándose en éste varias regiones: el hipocampo y la amígdala. Así es como comienzan a recibir señales otras partes del cerebro, como el hipotálamo, el diencéfalo y la hipófisis, desde donde se envía información sobre el miedo que está experimentando nuestro organismo a las glándulas suprarrenales.
Es entonces cuando el corazón empieza a latir más rápido de lo normal, aumenta nuestra respiración y un sudor frío acompañado de algún escalofrío recorre nuestro cuerpo, momento en el que las glándulas suprarrenales se encargan de secretar hormonas esteroideas y catecolaminas, que son las que provocan que nuestro miedo ‘se pueda oler’. Todo este proceso es conocido como ‘actividad simpaticoadrenal’.
Evidentemente no todo el mundo reacciona por igual frente a una situación de terror o inquietud ante algo desconocido, y son muchos quienes, muy anticipadamente al momento, comienzan a secretar y a desarrollar un temor inexplicable.
Algunos individuos, ante este tipo de situaciones, pueden llegar a disfrutar plenamente de la experiencia de pasar miedo, emitiendo una gran cantidad de feromonas, que resultan muy atrayentes sexualmente.
Por el contrario, otros muchos son los que les resulta traumático vivir cualquier momento de angustia, estrés o pánico, teniendo como respuesta fisiológica –además de la aceleración de la frecuencia cardiaca- el sentirse inmovilizados, llegar a quedarse en blanco y emitir una excesiva sudoración para acompañar a esas hormonas que delatan su miedo.