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ENTRE LA PATOLOGÍA Y LA CREENCIA

No, no es lo mismo ser obsesivo que supersticioso (e incluso maniático)

Con frecuencia algunas personas asocian erróneamente a individuos con diferentes patologías, como si todos ellos padecieran de lo mismo. Esto suele ocurrir con quienes sufren algún trastorno obsesivo, fobia, superstición e incluso manía. Todas ellas son cosas distintas, aunque a veces parezca que se trata de algo similar.

No, no es lo mismo ser obsesivo o supersticioso (e incluso maniático)59mdw.af.mil

'Soy un chico de obsesiones más que de pasiones' es una frase que suele asociarse a Truman Capote, escritor estadounidense a quien frecuentemente se le tachó de maniático y supersticioso. Es bien sabido que en fiestas a las que fue invitado solía cambiar de sitio porque en la mesa asignada había trece comensales, e incluso a menudo se guardaba en el bolsillo de su chaqueta las colillas de lo que iba fumando debido a que en los ceniceros había los restos de más de tres cigarros.

Pero lo que para muchos eran unas absurdas extravagancias y manías propias de un genio endiosado -muy comunes entre el tipo de ambiente en el que se movía- en realidad se escondía un Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) que le provocaba vivir angustiosos momentos en determinadas situaciones. Eso sí, el propio Capote admitía no saber reconocer qué actos eran propiciados por sus obsesiones y cuáles por una simple superstición.

Quizás se deba al desconocimiento, pero hay un gran número de personas que tampoco saben distinguirlo y asocian los comportamientos obsesivos con las fobias, manías o supersticiones. Y son cosas muy distintas que, aunque a veces puedan parecerse, nada tienen que ver las unas con las otras y que es conveniente saber diferenciar...

Del TOC a la manía

El TOC o Trastorno Obsesivo-Compulsivo se trata de una patología por la cual los individuos que la padecen necesitan realizar incomprensiblemente una serie de rituales -de manera compulsiva y repetitiva- al mismo tiempo que tienen pensamientos reiterados no deseados.

A pesar de ser conscientes de la enfermedad y desear no tener la imperiosa necesidad de sentir o pensar reiterativamente, les es muy difícil adaptarse al modo de vida que otras personas de su alrededor llevan sin prestar atención a detalles que para ellos son vitales para vivir sin sufrir un angustioso ataque de ansiedad.

El hecho de repetir una misma acción varias veces –por ejemplo lavarse un número concreto de veces las manos- propicia que algunas personas las califiquen como maniáticas, cuando en realidad se trata de algo que necesitan hacer porque no lo puede apartar de su mente.

Los pacientes de TOC deben ser tratados farmacológicamente y asistir regularmente a sesiones de terapias cognitivo-conductuales, cuyos profesionales pueden ayudarles a reconducir sus pensamientos y conductas.

Por otra parte, hay también un grupo de individuos a los que se les cataloga como 'maniáticos' y que suelen sentir la necesidad de hacer o colocar las cosas de un determinado modo -tener ordenados los libros por tamaño o color del lomo suele ser una de ellas, por poner un ejemplo-.

A diferencia de las personas con TOC, el maniático puede vivir sin realizar constantemente determinadas cosas que quizás estando en público no hará pero una vez en soledad llevará a cabo. Por ejemplo visitar a alguien y ver que un cuadro de la pared está torcido: no se levantara en público y lo colocará bien, pero sí que lo hará en la primera oportunidad en la que se quede a solas.

A algunas personas maniáticas se les receta algún tipo de ansiolítico, pero la mayoría de ellas no suelen medicarse, aunque si suelen asistir alguna terapia conductual.

Tener TOC no es lo mismo que ser supersticioso

El simple hecho de creer que por realizar una cosa específica, pasar por delante de un sitio o estar en un día concreto pueda influir en que las cosas te vayan bien o mal se conoce como 'superstición', basada en una creencia -ya sea de tipo religioso, social o transmitida generacionalmente- por la cual un individuo condiciona sus quehaceres a determinadas cosas. Eso se sostiene con el convencimiento irracional de que si lo hace o no tendrá buena o mala suerte. La explicación al porqué tienen la necesidad de hacerlo de ese modo suele encontrarse en suposiciones, hechos paranormales o místicos.

Pero en realidad, toda superstición tiene su explicación lógica, y detrás de las mismas existe un hecho histórico que descarta por completo cualquier carácter ocultista o superchería.

Por poner un ejemplo práctico: la creencia de que derramar la sal trae mala suerte no proviene -como muchos aseguran- de lo ocurrido durante la Última Cena, antes de que Judas delatara a Jesús ante los romanos. En realidad procede de esa misma época, pero del hecho de que por aquel entonces la sal estaba considerada como el 'oro blanco' y algunos jornales se pagaban con este valioso condimento. De hecho, de ahí surgió el término salario. El que se le derramara esa preciada sal a alguien, después de haber recibido un pago, era similar a cómo si nosotros perdemos un billete tras haberlo retirado de un cajero.

Otras supersticiones comunes son las que está vinculada al martes y 13 –aunque los estadounidenses la tienen al viernes 13 y los italianos al vienes 17-, el ver pasar un gato negro, pasar por debajo de una escalera o la absurda creencia de que te aguardan siete años de mala suerte si se te rompe un espejo.

Lo que son (y no son) las fobias

También podemos encontrarnos con aquellos que dicen tener fobia a algo, la cual consiste en sentir un miedo irracional e incomprensible a ciertas cosas. A diferencia de los supersticiosos, los fóbicos no creen que tendrán mala suerte si les pasa determinada cosa o se cruzan con algo que les causa dicha angustia, sino que verán empeorar su salud y padecerán un cuadro de ansiedad.

Al igual que existe la superstición al número 13 -que se evita para no tener una desdicha- al fóbico a este número -conocido como triscaidecafobico- le da auténtica aprensión cruzarse con él. Hay una línea muy delgada que separa una conducta con la otra, considerándose esta última como una patología que debe ser tratada por un especialista en psicología.

Fobias hay muchas, pero las más conocidas pueden ser a espacios cerrados -claustrofobia-, a las arañas -aracnofobia- o a hablar en público –glosofobia-.

Eso sí, existen una serie de 'prejuicios sociales', que se basan en el rechazo y odio hacia ciertos grupos, etnias o religiones, que a pesar de llevar acoplada la coletilla 'fobia' en el término nada tiene que ver con la patología descrita en párrafos anteriores. Estas pueden ser, entre otras, la homofobia -a la homosexualidad-, xenofobia -a los extranjeros- o islamofobia –a los musulmanes-. Y eso no hay forma médica de tratarlo...

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