Astronomía, divulgación, descubrimientos, ecología, innovación...
SEGÚN UN NUEVO ESTUDIO
Una mutación genética relacionada con la obesidad sería la responsable de incitar a algunas personas a comer compulsivamente comidas con grasas, según afirma un nuevo estudio que se ha publicado en la revista Nature Communications.
En concreto, el trabajo se centró en estudiar el efecto de la mutación en el gen que codifica para el receptor de melanocortina 4 (MC4R) sobre las preferencias en la alimentación. Además de estar relacionado con lo que nos gusta comer, y en qué cantidad, entre el 1 y el 5% de las personas con obesidad padecen alguna anomalía en este gen.
Partiendo de un estudio previo en el que se demostró que, al ‘apagar’ el receptor de la melanocortina 4, los ratones de laboratorio comían mucho más y mostraban especial interés por las grasas, los investigadores reunieron a un grupo de 14 personas. Entre ellos había individuos con pesos normales, otros eran obesos y otros, además, presentaban la mutación en el gen. Los participantes pudieron comer a placer en un buffet libre en el que había diferentes versiones de un plato de pollo con bajo, medio y alto contenido en grasa. Antes de empezar, todos probaron cada uno de los platos y tuvieron que puntuar cuánto les gustaba cada uno de ellos.
Aunque todos calificaron de forma más o menos similar las tres versiones del pollo, a la hora de elegir libremente, los voluntarios con la mutación en el MC4R comieron casi el doble de la versión alta en grasas que los participantes delgados, y un 65% más que las personas obesas carentes de la anomalía.
Segundo estudio con platos dulces
Los científicos realizaron un segundo experimento muy similar, pero en este caso con un postre dulce en diferentes versiones. En este caso, los participantes de peso medio y los obesos calificaron mucho mejor el plato con más azúcar que aquellos con la mutación del gen, que además comieron menos cantidad del mismo.
El estudio demuestra que, en ciertos casos, el impulso de comer no depende solo de una cuestión de autocontrol y disciplina. Pero, ¿qué sentido evolutivo tiene esta anomalía genética? Amanda Salis, investigadora de la Universidad de Cambridge y coautora del estudio, ha explicado que MC4R formaba parte de un sistema que evolucionó para ayudarnos a sobrevivir durante una hambruna. El objetivo era buscar alimentos ricos en grasa, que son mucho mejores en estos casos que los hidratos de carbono, que ofrecen un retorno energético más bajo.