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CÓMO DEVOLVER A LAS MUJERES SUS CAPACIDADES SEXUALES
La mutilación genital no es solo la ablación clitoridiana de culturas ancestrales africanas practicada en más de 26 países. Miles de mujeres son también violadas en grupo por soldados descerebrados en otras zonas en guerra de África hasta que se desangran por los desgarros o pierden cualquier sensibilidad que les imposibilite un desarrollo sexual natural.
En total se calcula que casi 150 millones de mujeres intentan sobrevivir con su sexualidad cercenada, arrancada por la discriminación masculina más cruel que existe. Siguen siendo mujeres, pero no del todo.
Hay pues un problema de prevención, de educación, de igualdad, pero otro mucho mayor de mujeres desplazadas, sometidas de por vida al yugo de su mutilación. Mujeres amputadas física y psíquicamente condicionadas de por vida y con estrés postraumático.
Por ellas, por su futuro, hay voluntarios, médicos y especialistas anónimos que han dedicado toda su vida a la reconstrucción genital femenina. A la rehabilitación de la sexualidad arrancada. A la reparación de vidas frustradas para la libre sexualidad. Una tarea más complicada de lo que parece pues la mutilación deja secuelas imborrables.
Esta cirugía es cara y de difícil acceso en los países más castigados, que carecen de la cobertura médica gratuita para la reconstrucción. Por eso la mayoría de planes o grupos de trabajo vienen de fuera. Todos conocen al reciente premio Sajarov Denis Mukwege por su lucha por devolver a la vida a las víctimas de violaciones en el Congo, pero el Doctor francés Pierre Foldes y el catalán Pere Barri Soldevila están a la vanguardia en operaciones baratas y más que efectivas de reconstrucción genital.
Las mujeres son amputadas en la infancia. Por lo general les arrancan el clítoris y los labios menores y les cosen los labios mayores sobre la vagina dejando un pequeño orificio para necesidades fisiológicas: orina, sangre menstrual, parto y coito. Aunque hay varias formas de mutilación esa es la más extendida. Con ello se dificultan las relaciones sexuales prematimoniales, exigiendo un doloroso esfuerzo adulto para agrandar el canal. Siempre pierden placer sexual, se atrofia la sensibilidad, tienen problemas de retención de orina y otros asociados con infecciones. Es muy común desarrollar queloides que se endurecen, se adhieren al pubis y provocan dolor con el mero movimiento.
La técnica del urólogo catalán Pere Barri Soldevila está importada de los alargamientos del pene masculino y aprendida del Doctor pionero francés Pierre Foldes. El clítoris, al contrario de lo que se piensa, es bastante grande: tiene un tamaño de unos 10 centímetros aunque solo una pequeña parte aflora al exterior. Además, a diferencia del pene masculino, todo el clítoris es sensorial, no solo la punta: más de 8.000 terminaciones nerviosas que llegan hasta los muslos y recogen las sensaciones que vienen de toda la vagina.
La mayoría de las mutilaciones de la infancia no cercenan del todo el paquete nervioso que transmite las sensaciones placenteras del contacto sexual, sino solo aquello que es visible. Lo que hace una clitoroplastia es volver a sacar al exterior el extremo sensible del órgano amputado y recolocar la terminaciones nerviosas.
Antes de Pierre Foldes la cirugía tenía el único objetivo de limitar los dolores del coito y del parto por el estrechamiento de canal. Ahora se trata también de reactivar la sensibilidad de la zona, devolver a las mujeres la capacidad de sentir y disfrutar de orgasmos.
Primero se vuelven a descoser labios mayores y se corta el tejido enquistado y en fibrosis. Luego se secciona el ligamento que une al clítoris a la base del pubis y este vuelve a florecer. Se le da forma y se ancla de nuevo al pubis con el mismo ligamento. Tras la clitoroplastia se cosen unos pliegues laterales a modo de labios menores.
Según el doctor Barri nadie nota a simple vista que es un órgano retocado. La operación dura menos de una hora y necesita sólo una noche de control hospitalario. A los diez días desaparece el dolor. A los tres meses vuelven las sensaciones.
En un estudio publicado en The Lancet el equipo del urólogo Pierre Foldes saca sus propias conclusiones tras 866 operaciones: hasta un tercio de las mujeres tratadas han llegado a experimentar orgasmos vaginales tras la reconstrucción, un importante avance teniendo en cuenta que ninguna había vivido uno hasta la fecha.
La reconstrucción genital post infibulación es relativamente fácil y bastante efectiva comparada con las cinco horas de quirófano de una reasignación de género, pero los grandes especialistas mundiales en ella se pueden contar con los dedos de una mano. El grave problema es que el 90% de las pacientes que la necesitan no tienen recursos y es un problema (no contagioso) heredado del tercer mundo. Solo cuando los movimientos migratorios han llevado la tradición de las cavernas a las grandes ciudades la sociedad occidental se ha despertado de un sueño excesivamente egoísta y paternalista.