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ALTERACIONES QUÍMICAS DEL ADN
Al fin ha llegado la primavera, los días soleados, las flores, las mariposas y, desgraciadamente, las dichosas alergias al polen. Para quienes pasan estos meses enganchados a los pañuelos de papel y los antihistamínicos, el cambio de estación trae consigo unos efectos poco agradables.
Además de los molestos síntomas, son varios los estudios que han demostrado que los alérgicos –independientemente de la sustancia a la que reaccione su organismo− suelen tener otra cosa en común: la fecha de su cumpleaños.
Los resultados de estos trabajos sugieren que las personas nacidas en otoño e invierno, cuyos primeros meses de gestación coincidieron con la época de producción de polen, son más sensibles a los alérgenos. Mientras, aquellas venidas al mundo en primavera y verano presentan menos intolerancias.
Aunque ya se manejaban algunas hipótesis para explicar la causa del fenómeno, un reciente estudio publicado en la revista 'Allergy' señala al ADN como una pieza indispensable en el rompecabezas.
Los autores, científicos de distintas universidades británicas, estadounidenses y holandesas, han analizado los cambios epigenéticos provocados por las condiciones ambientales características de cada estación.
Estas modificaciones en el entorno no alteran la estructura ni secuencia del material genético (heredado de nuestros padres), pero afectan a los denominados marcadores epigenéticos. Se utiliza este término para denominar a una serie de variaciones químicas que puede presentar el ADN y que sirven de interruptor para activar y desactivar ciertos genes.
Los investigadores han estudiado las diferencias en una de ellas -la metilación del ADN- en 367 personas para probar por primera vez que la estación en la que nacemos deja una huella química en el genoma que se manifiesta a los 18 años. Han encontrado además que algunos de estos cambios están relacionados con el desarrollo de alergias.
No obstante, al comparar las marcas epigenéticas en individuos mayores de edad, niños de ocho años y recién nacidos, comprobaron que estos últimos carecían de ellas. Por esta razón, creen que la metilación del ADN no se produce durante el embarazo, como sugerían estudios anteriores, sino después del alumbramiento.
Pese a que todavía no han logrado determinar las condiciones ambientales responsables del cambio, su hallazgo añade un elemento a la lista de factores que influyen en el desarrollo de alergias. En ella figuran también las variaciones en la luz solar (que afecta a los niveles de vitamina D), los niveles de alérgenos como el polen o los ácaros (que fluctúan con la estación), la fecha del primer catarro del niño y la dieta de la madre, también dependiente de la época del año.
Los científicos no ven necesario que las mujeres se preocupen por controlar cuándo deben quedarse embarazadas, pero si algún día consiguieran identificar los cambios estacionales que causan estos efectos, sería posible evitar las consecuencias. Si la clave fuera la luz solar, por ejemplo, las madres podrían tomar vitamina D durante el embarazo o la lactancia.
De momento, las alergias continúan siendo impredecibles. A quienes las padecen solo les queda tomarse su sensibilidad con filosofía.