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RIESGOS VITALES TRAS UN ORGASMO

Parece gripe, pero no lo es: ¿qué es el síndrome de enfermedad postorgásmica?

Es habitual oír hablar de alergias al polvo, a las gramíneas, a los cacahuetes o al pelo de los gatos. Pero, ¿y la alergia al sexo? ¿Existe tal cosa?

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Fiebre, sudoración, congestión nasal, dolor muscular, frío, debilidad, ojos irritados, niebla mental, dificultades para concentrarse... Parece lógico pensar que esta ristra de síntomas apunta a una gripe invernal. Hasta el mismísimo doctor House nos apoyaría en el diagnóstico. Sin embargo, esos síntomas no siempre son provocados por un virus.

Hace unos años se descubrió que algunos hombres son alérgicos a sus propios fluidos seminales. Y que, minutos o incluso segundos después de eyacular, ya sea en un encuentro sexual, masturbándose o de forma espontánea durante la noche, sufren un malestar físico que se puede confundir fácilmente con un proceso gripal.

Su mal tiene nombre oficial: se llama Síndrome de Enfermedad Postorgásmica (POIS, por sus siglas en inglés). Como la gripe, puede durar hasta siete días, y sus síntomas desaparecen espontáneamente... con la mala pata de que vuelven a aparecer cada vez que el hombre eyacula.

Tan incómoda es la situación que, después de varios intentos, los afectados optan por evitar la actividad sexual y el erotismo para no volver a enfermar. Y claro, la situación causa un serio estrés tanto a los afectados como a sus posibles parejas.

¿Estamos entonces ante una rara enfermedad crónica autoinmune? Es la cuestión que tratan de resolver urólogos y sexólogos de todo el mundo. De momento, ya ha estudios que apuntan a que en los enfermos de POIS el sistema inmune no reacciona frente a los espermatozoides, sino que identifica como agresor a algún componente fluido seminal producido en la próstata.

Hasta la fecha, el POIS no tiene cura. No obstante, algunos pacientes han sido tratados con antihistaminas, con inhibidores de serotonina y con benzodiacepinas, en todos los casos con resultados prometedores. Además, algunos investigadores trabajan en terapias de hiposensibilización, inyectando a los pacientes concentraciones crecientes su propio semen. En otras palabras, intentando enseñar a sus defensas que el semen no es un enemigo.

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