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Colócate delante del espejo y saca la lengua
Colócate delante del espejo, relaja el cuello, mira al frente, abre la boca completamente y saca la lengua todo lo que puedas. No hace falta que sobrepase la barbilla, como le pasa al cómico californiano Nick Stoeberl, que con su lengua de 10,1 centímetros ostenta un récord guinness. Si no consigues ver toda la úvula -la cubierta blanda que cuelga de tu paladar, popularmente conocida como campanilla- ya puedes decir que tu lengua es excesivamente grande.
Tener una lengua descomunal no solo hace que te acabes antes que nadie los cucuruchos de helado. La principal consecuencia de una sinhueso desproporcionada es que corres el riesgo de sufrir apnea del sueño.
Es decir, de que a lo largo de la noche tu respiración se detenga y arranque de nuevo varias veces debido a un bloqueo de las aéreas superiores. Que no tendría demasiada importancia si no fuera porque este bloqueo puede fomentar enfermedades cardiovasculares, diabetes, depresión y pérdida de memoria, entre otras consecuencias desagradables.
De acuerdo con un estudio que publicaba hace unos años la revista American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, el problema se puede compensar practicando gimnasia lingual. Dedicar treinta minutos al día a ejercitar la lengua durante tres meses consecutivos es suficiente para que se reduzca la severidad de la apnea.
Los ejercicios incluyen, por ejemplo, apoyar la lengua en el paladar superior y "chasquearla". O anclarla ligeramente entre tus dientes y tragar saliva cinco veces. O hacer cinco minutos de gárgaras. O introducir una cuchara en la boca, apretarla contra el paladar y mantener la presión todo el tiempo posible con la lengua.
Otra opción interesante para evitar tu propia lengua obstruya tu garganta al dormir es aprender a tocar instrumentos de viento que ofrezcan alta resistencia, como el oboe. Esta práctica fortalece músculos claves de la boca y la garganta lo suficiente para minimizar, o incluso prevenir, la peligrosa apnea.
Nuestros antepasados no tenían este problema. Los primeros homínidos tenían la boca bastante más grande. Lo que pasó fue que nuestras fauces encogieron en el curso de la evolución, pero el tamaño relativo de la lengua no se redujo.
Así que no nos quedó otra que reubicarla y mandarla un poco más atrás que la lengua de nuestros antepasados para dejar hueco suficiente para tragar y respirar. Por cierto que dicen que de esa misma reorganización nació la barbilla, una prominencia sexy y exclusiva de los humanos.