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AUNQUE PAREZCA UN ARGUMENTO DE HOLLYWOOD
En el siglo XIV la peste negra mató a entre 75 y 200 millones de personas. Intenten imaginar semejante cifra. En cuatrocientos años, esta enfermedad acabó con la mitad de la población europea y dejó a nuestra especie a dos jugadas del jaque mate.
Ingmar Bergman fotografió aquel paisaje desolado en la célebre partida de ajedrez de 'El Séptimo Sello'. Diez años antes, Albert Camus había descrito en 'La Peste' aquella misma desolación a través de una epidemia imaginaria y metafórica que aludía inevitablemente a la plaga de la Baja Edad Media:
"¿Cómo sugerir, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no puede haber aleteos ni susurros de hojas, un lugar neutro, en una palabra?"
Y, sin embargo, le debemos mucho a la peste negra.
Cuando la plaga se desató, las gentes acudieron a las iglesias en busca de auxilio. El mundo se venía abajo y solo Dios podía dar una respuesta. El Papa, por su parte, sostenía que se trataba de un castigo divino por siglos de vicios y excesos. No había más resguardo que el rezo. El Vaticano incluso creó una oración 'ad hoc' para combatir la peste, una suerte de placebo espiritual.
La población, desesperada, volvió sus ojos hacia los médicos. Por entonces la medicina era una disciplina filosófica basada en las antiguas teorías griegas y romanas. Según ellas, el cuerpo humano se componía de lo que llamaban “los cuatro humores”, donde humor es un sinónimo de líquido. Estaba la bilis amarilla, la negra, la sangre y la flema. Estos cuatro humores debían permanecer en equilibrio (idea clásica donde las haya) y, para conseguirlo, los médicos aumentaban o disminuían la cantidad de alguno de ellos.
A los enfermos de peste se les aplicó sangrías. Los médicos, conscientes del peligro que corrían, tomaban precauciones. Se colocaban unas máscaras similares al rostro de un pájaro y untaban el pico, de “medio pie de longitud”, con sustancias aromáticas. Pretendían así evitar el “aire podrido” que consideraban causaba la enfermedad. La aterradora máscara, que aparece en algunos grabados de la época, fue diseñada por un médico llamado Charles de Lorme, que ejercía en París atendiendo a la realeza y a la nobleza.
Innovación a la fuerza
Con el paso de los años, la peste se fue convirtiendo en una extraordinaria medida de presión para la medicina, que se vio obligada a innovar a marchas forzadas. A evolucionar por ensayo y error. Aquí nace la cuarentena, que, en su origen, se basaba en el aislamiento de las personas sanas durante 40 días a partir de la muerte de algún miembro de la comunidad (debido a que el periodo de incubación de la peste duraba treinta y tantos días).
La peste negra impulsó una nueva era en la medicina y, por tanto, en la historia de nuestra especie. Ahora, cinco siglos después, algunos científicos aseguran que la plaga podría volver.
La responsable de la peste negra fue Yersina pestis, una bacteria llamada así en honor a su descubridor Alexandre Yersin (aunque casi siempre aparece mencionada como Y. Pestis). Esta bacteria ya había causado una tragedia mundial mucho antes de la peste negra. Fue en el siglo VI, en la llamada Plaga de Justiniano, por Justiniano I, rey del Imperio Bizantino.
En el caso de la peste negra las ratas contraen la enfermedad a través de un determinado tipo de pulga. Si las ratas mueren en número suficiente, las pulgas buscan nuevos huéspedes: nosotros.
Los investigadores sostienen ahora que la cepa de Y. Pestis responsable de la Plaga de Justiniano desapareció en el pasado, no así la de la peste negra. Según el estudio, publicado este mes en la revista The Lancet, esa cepa seguiría en las ratas actualmente.
El último incidente reseñable causado por la bacteria Y. pestis tuvo lugar hace un siglo en la que hoy se conoce como “la tercera pandemia". Se calcula que entonces mató a más de 12 millones de personas en India y China, y la OMS no levantó la alerta sanitaria sobre ella hasta 1959.
La idea de una nueva peste negra en este mundo globalizado parece un argumento del escasamente imaginativo Hollywood actual. Al menos si uno se queda solo con el titular porque los investigadores aseguran que la película sería de lo más aburrida. Al parecer, bastaría con que el héroe guapo tomase unos antibióticos y guardase cama varios días.
El asombroso avance de la medicina ha logrado que la enfermedad que destruyó Europa hace cinco siglos haya quedado reducida a una semana de baja. Nada que ver con 'El Séptimo Sello'. Afortunadamente.