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EXPERIMENTO SOBRE MOTIVACIÓN LABORAL
Imagínate un lunes de buena mañana en el que, nada más llegar a tu puesto de trabajo, recibes un correo electrónico en el que se te promete una recompensa si finalizas con éxito tus tareas al final de la jornada. Dan Ariely, catedrático de psicología y economía conductual, ha hecho este experimento con los empleados de una fábrica de semiconductores de Intel en Israel.
El director del estudio eligió esta empresa porque la producción de los empleados era tangible (montan un cierto número de chips al día) y dio a elegir a los trabajadores tres tipos de recompensas. Una era un bono de dinero en efectivo, por valor de unos 25 euros. Otra, que su jefe directo le elogiaría por el trabajo bien hecho. Una tercera era un cupón para una pizza gratis. ¿Cuál os motivaría más a vosotros?
Los empleados con los que trabajó Ariely lo tuvieron bastante claro en un experimento que se desarrolló de forma muy parecida a como hemos contado, aunque no pudieron elegir de antemano. Recibieron un email con uno de los tres mensajes al comienzo de su semana laboral, aunque un cuarto del personal no recibió ningún mensaje. Estos últimos funcionaron como el grupo de control para el estudio -como los pardillos de la fábrica sin su premio-.
Según recoge 'NY Mag', después del primer día, la pizza resultó ser lo más motivador, con un aumento de productividad de un 6,7% respecto al grupo de control. Y no, la recompensa económica no fue lo siguiente, sino la promesa de un cumplido de su jefe, con un casi igual 6,6% de mejora en la producción.
La peor de las tres motivaciones, para sorpresa de todos, fue la recompensa económica, que aumentó la implantación de chips sólo un 4,9% respecto a los que no recibieron ninguna de las tres propuestas.
Pero lo que pasó después descolocó aún más, ya que en el segundo día de la semana laboral, los que recibieron el correo ofreciendo un bono de recompensa empeoraron su productividad un 13,2% respecto al grupo de control. El resultado negativo se mejoró en los siguientes días, aunque al final acabó costando más a la empresa, ya que al final tuvieron una caída de 6,5% en la productividad.
Al final de la semana también se redujeron los porcentajes de aumento de los que podían recibir pizza y elogios, estando más cerca del grupo de control (aunque mejor que los que no recibieron ningún efectivo)
Desde el punto de vista del empleador, el cumplido demostró ser lo mejor, aunque el investigador tuvo que variar su plan inicial respecto a la pizza, ya que pensaba enviarla a la casa de cada trabajador, para que el reconocimiento fuera público.
Las conclusiones, de alcance bastante limitado, no quieren decir que un buen sueldo o que un buen complemento en base a objetivos sea siempre contraproducente, sino que los jefes tienen que pensar más en cómo funciona la mente humana y recurrir más a elogios sinceros, no a falsas palmaditas en la espalda, cuando el trabajo está bien hecho.