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REDES DE NEURONAS ORGANIZADAS
La neurociencia ha recurrido en numerosas ocasiones a metáforas basadas en formas de gobierno para explicar el funcionamiento de las neuronas y el sistema nervioso.
Todos tendemos a actuar de cierta manera cuando tomamos decisiones colectivas. Algunos se comportan como dictadores tratando de imponer su punto de vista, mientras que otros admiten la opinión de la mayoría, como ocurre en las democracias. Pero más allá de la mente, hay ciertas partes cuerpo humano que siguen de manera natural este tipo de esquemas, similares a formas de gobierno, a la hora de elegir la opción más conveniente.
Los neurocientíficos han recurrido muchas veces a la política a la hora de describir la dinámica de las neuronas del sistema nervioso y su organización para provocar una respuesta. Hay redes de neuronas democráticas, pero también células autoritarias. Las de los sentidos, por ejemplo, son del primer tipo.
Tanto los ojos de los humanos como los de otros animales perciben los colores según los votos (metafóricamente hablando) de tres clases de fotorreceptores: cada uno de ellos responde con más intensidad a una longitud de onda del espectro de luz, pero contribuye también al resto. En las democracias neuronales, la respuesta de cada célula a los estímulos cuenta, por lo que las percepciones y los movimientos son más precisos que si sólo una tuviera todo el poder.
Lo cierto es que no se han estudiado demasiadas de estos mecanismos fisiológicos en humanos, pero sí en modelos animales, donde se han encontrado no sólo redes de neuronas demócratas, sino también basadas en una dictadura o una oligarquía.
Algunos comportamientos vienen determinados por una célula que actúa como la mandamás, enviando señales en forma de impulsos eléctricos (como órdenes) que desencadenan acciones concretas. Suelen ser más grandes que el resto y lideran una estructura jerárquica, reciben las señales de las neuronas de los sentidos y envían órdenes a otras integrantes del grupo para que provoquen contracciones musculares.
Estas cabecillas son las responsables de movimientos bruscos de huida en invertebrados, como el encogimiento de un cangrejo de río al tocarle la cola, y del frote de alas que provoca el canto de los grillos. El único caso identificado hasta ahora en vertebrados es el de las enormes neuronas de Mauthner de los peces, que activan mecanismos de fuga.
Sin embargo, hay veces que las dictadoras quedan relegadas a un segundo plano. Si el animal dispone de tiempo suficiente para responder al peligro, entra en acción un reducido circuito de neuronas que actúan como una oligarquía. Un poderoso grupo presente tanto en los cangrejos de río como en los peces toma el control en estos casos para ayudar a la víctima potencial a escapar, pero esta vez con movimientos menos bruscos.
Las oligarquías neuronales gobiernan asimismo algunos tipos de percepciones complejas, como la que nos permite reconocer un rostro. En otros casos, el sistema nervioso toma decisiones de forma democrática. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un mono o una persona estira uno de sus brazos, cuando las neuronas ubicadas en la parte del cerebro responsable del sistema motor generan pulsos eléctricos: hay muchas emitiendo señales siempre que existe movimiento, pero cada una lo hace con más intensidad para una distancia y dirección determinadas. Es como si todas votaran para generar un resultado, pero algunas contribuyeran con más papeletas que otras.
Al contrario de lo que sucede en un país, en el sistema nervioso pueden coexistir varias formas de gobierno simultáneamente. Las dictaduras, democracias y oligarquías neuronales pueden regir acciones y movimientos de manera complementaria. Mientras que los dictadores suelen producir respuestas más rápidas, los otros tipos de organización se encargan de reacciones más lentas. En el organismo no priman los intereses de nadie, ni hay tensiones políticas: lo importante es garantizar la supervivencia de todas las células.