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SALVO EXCEPCIONES
Hay estudios que demuestran que nos cuesta muchísimo escuchar sonidos de frecuencia similar a la de los latidos de nuestro corazón. Esto sucede para que nuestro cerebro no se vuelva loco con los latidos de nuestro corazón.
En una resonancia magnética se puede ver como la actividad de una zona del cerebro, que se llama la zona insular, se queda en mínimos ante esta frecuencia, por eso no podemos escucharlo -normalmente-.
Sin embargo hay momentos en los que este ritmo varía y una persona puede escuchar los latidos de su propio corazón, como cuando tiene una arritmia, en un momento de tensión o tras un sobreesfuerzo.
Así que ya sabes, la próxima vez que alguien te diga “escucha a tu corazón” lo más fácil para conseguirlo es salir a correr.