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TRANSGRESIÓN DE LAS NORMAS
La Prevención situacional del delito (SCP) es una estrategia que, en vez de tratar de reformar al delincuente como individuo, se fija en cómo el contexto nos influye psicológicamente para transgredir las normas.
Si observamos las medidas de seguridad para pillar a usuarios infractores del metro de Nueva York y de Berlín advertiremos que tienen un enfoque radicalmente distinto. En Nueva York, el torniquete o molinete es alto, imposible de burlar a no ser que tengas el físico de un atleta. En Berlín, por el contrario, no hay torniquetes o molinetes: basta con comprar y validar un pasaje.
En ambos sistemas se amenaza con el castigo, pero si bien en el de Nueva York no nos queda otra opción más que la de obedecer, en el berlinés se apela al deber cívico de los usuarios.
Según la Prevención situacional del delito, el sistema neoyorquino opta por evitar las tentaciones, que es uno de los cinco mecanismos que se contemplan para aplicar políticas diversas: aumentar el riesgo, aumentar el esfuerzo, disminuir las recompensas, disminuir las provocaciones y disminuir las excusas.
No somos individuos inteligentes
La SCP, pues, no trata a los ciudadanos como agentes individuales inteligentes, sino como conjuntos de elementos que deben reconducir por la buena senda.
Así, el problema es que el sistema del metro de Berlín sólo funciona en determinadas sociedades donde culturalmente se respetan las jerarquías y existe una gran conciencia cívica. En países como Estados Unidos resulta más eficaz fijarse en los hábitos de la interacción, el diseño espacial y la estructura de los controles, amén de los incentivos morales de hacer bien las cosas.
De hecho, el sistema de metro de Berlín sólo funciona para esta clase de servicio. En Nueva York, por ejemplo, uno puede tomar un periódico de una máquina expendedora que se abre tras introducir una moneda... pero también tiene acceso a todos los periódicos en bloque. Sin embargo, la gente no suele robarlos. Lo mismo sucede con las terrazas en España: a pesar de nuestra tradición picaresca, no resulta frecuente hacer un 'sinpa' a pesar de que resulte relativamente fácil.
Es decir, que dependiendo de la tradición cultural y la raigambre de las costumbres en determinado ámbito, debe aplicarse el SCP en mayor o menor medida.
Todos necesitamos contexto
Con todo, los ciudadanos se ven influidos por el contexto más de lo que sospechan, y el contexto pueden propiciar que su comportamiento sea cívico o incívico, moral o inmoral, como expresó el criminólogo David Garland en su obra seminal 'La cultura del control'.
En esta línea se encuentra la llamada Teoría de las ventanas rotas. Según esta idea, la gente cuida el entorno y es más cívica, en gran parte, porque el entorno está cuidado, como un pez que se muerde la cola. En un ambiente caos, deterioro y suciedad, las personas tienden a ser más incívicas, más caóticas, y también a cometer más acciones vandálicas o incluso delictivas.
Uno de los primeros experimentos de cómo el contexto nos hace proclives al engaño tuvo lugar en la década de 1920 y fue liderado por Hugo Hartshorne y Mark A. May. Ambos investigadores concluyeron que un rasgo como la honestidad no es un rasgo fundamental ni unificado tras estudiar a 11.000 alumnos entre 8 y 16 años en Nueva York.
Los alumnos tuvieron que resolver problemas en diferentes contextos: con vigilancia del profesorado, solos, solos pero con los libros donde aparecían las soluciones, en sus propios domicilios... Finalmente, no encontraron ninguna pauta: algunos hacían trampas y otros no. Sin embargo, cuando repitieron el experimento seis meses después modificando alguna variable, todo cambió, tanto los tramposos como las formas de hacer trampa. Cosas del contexto.