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Esta es la explicación científica
Estás escuchando la radio, suena una canción y, de repente, toc, toc, toc. Tu pie derecho empieza a dar golpecitos en el suelo al ritmo de la música. Te fijas un poco más y notas cómo tus hombros han empezado a contonearse a su compás. Es una respuesta visceral. Y no hay nada que puedas hacer para evitarla.
Los científicos lo explican recurriendo a la "teoría motora de la percepción". Explicado de manera sencilla, lo que dice esta teoría es que los sonidos musicales que llegan a nuestros oídos y los movimientos corporales están estrechamente relacionados.
Tanto que cuando percibimos un sonido solemos simular mentalmente los movimientos que intuimos que lo generaron. Como hacemos, por ejemplo, cuando suena rock y tocamos nuestra "guitarra de aire", visiblemente emocionados. La corteza motora cerebral se activa cuando reproducimos música. Y no solo eso. Escuchar una canción también puede hacernos caminar más rápido.
Para profundizar en el asunto, científicos noruegos de la Universidad de Oslo llevaron a cabo hace poco un curioso experimento. Le pidieron a distintos sujetos que escucharan sonidos que duraban tres segundos y que, después, dibujaran esos sonidos en el aire.
A pesar de que no se veían unos a otros, los gestos y las posiciones de las manos de los participantes coincidían. La respuesta podía considerarse casi universal.
Con todo, no toda la música nos hace mover el esqueleto igual. Que los pies se muevan solos o no al son de la música depende en gran medida del tipo de ritmo. Resistirnos al movimiento puede resultar misión imposible si escuchamos hip-hop, un ritmo latino, música dance o música funky, por ejemplo.
Sin embargo, nuestro cuerpo logra quedarse quieto sin esfuerzo cuando suena una canción de jazz. De acuerdo con otro reciente estudio científico europeo, esto sucede porque los ritmos muy sincopados, es decir, en los que la regularidad se rompe y se forman figuras rítmicas complejas, como ocurre en el jazz, no nos invitan a bailar. Tampoco nos mueven especialmente lo hacen los que se sitúan el extremo contrario, como el repetitivo y monótono merengue.
"Escuchando música disfrutamos mucho más cuando hay un equilibrio entre lo predecible que es el ritmo y la complejidad de la música", concluyen los autores en la revista PLOS One. En el punto medio, aseguran, surge ese cosquilleo que nos invita al movimiento espontáneo.