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LA CIENCIA EXPLICA LOS MOTIVOS DE ESE SUEÑO REPENTINO

¿Por qué te dan ganas de bostezar cada vez que viajas en metro o en el tren?

Has salido de la cama disparado y aún estás medio dormido; pero unas y perjuras haber descansado ocho horas. ¿Qué nos ocurre? ¿Por qué bostezamos y nos da sueño cuando viajamos en metro o tren?

¿Te identificas con ella? Flickr

No falla. Es salir de casa, meterte en el metro para ir a trabajar y empiezas a bostezar como si no hubieses dormido en semanas. ¡Pero si te habías levantado perfectamente!

Cierto, los bostezos se contagian y puede que tu repentino e irremediable sueño sea culpa del viajero que se sienta frente a ti, ese del que ya cuelgan varias lagrimillas consecuencia de tanto abrir la boca. Si solo de leer esto te están dando ganas de bostezar, claramente sabes de qué hablamos.

Un día más: la asumida rutina

Conoces tu trayecto diario tan al dedillo que podrías hacerlo con los ojos cerrados. Por muchas decenas de personas que se aglutinen en el vagón y, aunque, como cada mañana, alguien apoye su periódico gratuito sobre tu espalda mientras tú tratas de apoyar de una vez ambos pies sobre el suelo y recolocar la bolsa del táper entre tus piernas; te sientes como en casa.

Situaciones que nos resultan tan familiares que nos relajamos hasta el punto de no prestar atención a nada de lo que nos rodea.

No nos molestan los movimientos bruscos, las paradas inesperadas y los sonidos estruendosos. En resumen: no sentimos ninguna amenaza, y nuestro sueño tampoco. Ya que hemos tenido que salir de la plácida y acogedora cama, ¿qué mejor sitio para descansar un poco más antes de comenzar la jornada que nuestra segunda casa en la que viajamos cada día?

Hace calor

Quizás no te hayas dado cuenta hasta ahora, pero cuando viajas en metro en verano y los vagones llevan el aire acondicionado a todo trapo te sientes más espabilado. El hecho es que cuando nuestra temperatura corporal aumenta unos grados –esto es, cuando vas ataviado con bufanda y abrigo y entrar en el vagón se asemeja a pasar un rato en una sauna del infierno–, el cerebro recibe una señal para liberar más melatonina, responsable de aumentar esa inoportuna sensación de somnolencia.

He aquí otro de los factores que te impiden ver la siguiente parada porque con tanto bostezar no eres capaz ni de abrir los ojos.

La falta de sueño

No todo iba a ser cuestión de costumbres. Cuando dormimos poco nuestro cuerpo acumula una serie de cadenas nerviosas que reciben el nombre de adenosina. Un nucleósido formado de la unión de la adenina con un anillo de ribosa que, además de desempeñar un importante papel como neuromodulador en el sistema nervioso central, también tiene efectos sedantes e inhibitorios sobre nuestra actividad neuronal. Y nos sobamos.

Precisamente, la cafeína es el mejor de los remedios para evitar que la adenosina viaje por nuestro torrente sanguíneo y se acomode en el cerebro, ayudando a bloquear y manteniéndonos despiertos. De ahí que te resulte tan útil ese ‘chute de café’, pero mejor si lo tomas antes de salir de casa y no esperas a llegar a tu destino.

Acunados por el tren

Algunos expertos relacionan la somnolencia ferroviaria con que el traqueteo del tren pueda traducirse en una regresión a la infancia, a cuando nos acunaban a un ritmo suave y permanente para que nuestra respiración se acompasase y nos quedásemos dormidos.

Por suerte, y si no te pones música relajante que te evada de los sonidos ambientales, los pitidos que avisan de la apertura y cierre de puertas entre estaciones pueden sacarte de esta especie de hipnotización.

Quién sabe, quizás Mocedades basaron su letra en la evidencia científica al afirmar que “al compás del chachachá, del chacachá del tren, qué gusto da viajar cuando se va en exprés”.

Aire, te falta aire

También influye el sistema de ventilación ya que de no ser óptimo –exacto, como el que respiras cada mañana– podría ocurrir que el oxígeno existente ande recirculando y el aire se recargue con el dióxido de carbono que emana cada uno de los pasajeros. Esto se traduce en que nuestro cerebro necesite oxigenarse y comience a bostezar para conseguirlo.

Y, visto lo visto y asimilando que no va a poder renovar el aire, también empiece a quedarse algo adormecido.

Trucos para evitarlo

Si se te va de las manos y crees que vas a caer en los brazos de Morfeo a la de ya, ten en cuenta que es bastante más complicado dormirte de pie así que procura ceder los asientos –si es que hubiese alguno libre– para no pasarte la mañana dando vueltas por la ciudad.

Cualquier actividad física que puedas realizar como caminar o cargar algo de peso te sacará de esa vorágine de bostezos. Sí, también intelectual: leer, escribir o escuchar algo de música a la que no estemos acostumbrados para sorprender a nuestro cerebro (como el nuevo disco de quien quiera que sea que te apetezca ponerte para empezar el día), te sacarán del letargo.

Y cómo no, dormir bien por las noches será la mejor de las medicinas para que tu trayecto mañanero deje de ser una tortura para tu mandíbula.