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Gracias a los avances en resonancia magnética funcional hemos podido saber algo más del funcionamiento de la materia gris de los asesinos.
El primer estudio realizado fue en California por el neurocientífico británico Adrian Raine, a quien perturbaba el comportamiento de estos individuos. En el transcurso de muchos años, su equipo escaneó los cerebros de numerosos asesinos y la gran mayoría mostraban cambios similares.
Según parece, había una actividad muy baja en el córtex prefrontal, el área del cerebro que controla nuestros impulsos emocionales, así como también una activación muy elevada en la amígdala central, responsable de generar nuestra emociones.
De esto se sustrae que los asesinos son más tendentes a la ira y el enfado, así como a tener un menor aguante para controlar sus malvados impulsos. Curiosamente, todo lo contrario de cómo se comportaba Anthony Hopkins en su papel del asesino en serie Hanninbal Lecter, quizá el más famoso de todos ellos.