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EL SECRETO DE LA 'JOYA DE ACERO'
La innovación introducida por los samuráis consistió en distinguir el acero que tenía mucho carbono del que tenía poco: el primero era duro pero quebradizo; el segundo, fuerte y a la vez relativamente blando. Además, estas espadas estaban hechas de un acero especial conocido como "joya de acero", obtenido de la arena volcánica del Pacífico.
Cuando uno contempla los tajos de las espadas samurái en una película es inevitable pensar en un material sobrenatural forjado por un maestro que ha guardado para sí su secreto. Y, si bien en las películas hay cierta licencia poética, hay algo de verdad en esta idea: el conocimiento de los forjadores de estas espadas fue algo secreto y exclusivo, y el material del que estaba hecho el acero de las hojas era distinto a todo lo habitual.
Gracias a este conocimiento en metalurgia, el ilustre guerrero Yamato Takeru blandió su legendaria "espada de las nubes que se reúnen en el cielo" ('Ama-no-Murakumo-no-Tsurugi') venciendo a todos sus enemigos porque su espada podría haber sido hasta diez veces más fuerte y afilada que el resto de las que había durante el siglo XV.
Acero volcánico
El acero usado en la fabricación de una de estas esapdas se debía encontrar en la arena volcánica del Pacífico, formada en su mayor parte por magnetita, una mena de hierro que sirvió para fabricar las agujas de las primeras brújulas. Este acero especial se conocía como 'tamahagane' o “joya de acero”.
Como explica Mark Miodownik en su libro 'Cosas (y) materiales', "el acero se elabora en la tatara, un recipiente de arcilla de tres metros y medio de largo y algo más de un metro de alto y ancho. Esta enorme vasija se endurece encendiendo fuego en su interior, y luego se rellena cuidadosamente de arena negra y carbón vegetal, que calentarán en el horno de cerámica durante una semana, más o menos."
Una vez se obtienen fragmentos acero descolorido, tras todo ese tiempo en el que varias personas han controlado en fuego y lo han avivado convenientemente con aire, deben escogerse fragmentos adecuados. El secreto era separar los fragmentos de acero que tenían mucho carbono de los que tenían poco (el primer era duro pero se rompía con facilidad, el segundo era blando pero flexible).
Para averiguar cuál era cuál, debían fijarse en el aspecto, textura y ruido al ser golpeado, y entonces se empleaban uno u otro tipo de fragmento para diversos segmentos de la hoja. Así, la parte central estaba dominada por acero con poco contenido de carbono, para que fuera dura y algo elástica, evitando así que se rompiera en la batalla; el filo estaba hecho de acero con mucho carbono para que fuera extremadamente cortante.
Ciencia y magia
Con todos estos trucos que implicaban siderurgia, geología y hasta química para obtener unas espadas legendarias, las espadas de los samuráis eran capaces de resistir el impacto con otras espadas y armaduras, a la vez que se mantenían muy afiladas.
Las espadas samuráis fueron un hito que ni siquiera supimos imitar hasta transcurridos muchos años. Por ejemplo, como abunda Miodownik, "hasta la Revolución Industrial, nadie supo crear un acero tan fuerte ni tan duro como el forjado por los samuráis."
Todo el proceso de fabricación de espadas, al implicar grandes conocimientos todavía esquivos en la época, además de estar rodeado de grandes liturgias y ceremonias religiosas, finalmente propició que este metal tuviera una fuerte asociación con la magia, con leyendas como la de la espada Excalibur, la mítica espada del rey Arturo.
Ahora ya podéis ver la película 'Kill Bill' con otros ojos, y fijaros un poco más en el forjador de la espada de la protagonista, Hattori Hanzo, personaje inspirado en un samurái real de los periodos Sengoku y Azuchi-Momoyama y no de los más poderosos de la historia de Japón.