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BUENA PARTE DE LOS MAMÍFEROS LO TIENE

Por qué el hombre perdió el hueso del pene (aunque otros mamíferos lo conservan)

El ancestro común de primates y carnívoros tenía báculo, una estructura ósea situada en el pene. Muchos de sus descendientes lo han conservado: podría ofrecer ventajas reproductivas y ayudar a los machos a perpetuar sus genes. La especie humana, sin embargo, lo ha perdido. ¿Es que no hace falta?

Aunque la mayoría de primates conservan el báculo, el hombre carece de él. eGuideTravel/Flickr

Una buena parte de los mamíferos tiene un hueso en el pene denominado báculo (del latín 'baculum', que significa bastón o palo). En los diminutos titíes, este apéndice óseo no supera los dos milímetros de longitud, mientras que el de una morsa sobrepasa fácilmente el medio metro. Algunas tribus nativas de Siberia tallaban y decoraban estas piezas para usarlas como símbolos religiosos, aunque han dejado la práctica en el pasado: ahora solo las venden como 'souvenir' a los turistas.

Los hombres (siberianos o no) no tienen báculo: sus ancestros lo perdieron hace miles de años debido a la evolución natural. Pero alguna ventaja tendrá cargar con uno si otras muchas especies lo conservan. Así las cosas, ¿por qué los homínidos se quedaron sin él mientras que la mayoría de primates lo mantienen?

Según explican los autores de un reciente estudio, publicado en 'Proceedings of the Royal Society B', el apéndice óseo apareció por vez primera hace entre 145 y 95 millones de años, antes de que llegara el último ancestro común de primates y carnívoros, que aún tenía. Como aclaran estos antropólogos del University College de Londres, cualquier especie descendiente de este organismo que careciera de báculo, como el 'Homo Sapiens', debe haberlo perdido en el curso de la evolución.

Sin embargo, no se trata de un atributo inútil. Existen diferentes hipótesis que se plantean los posibles motivos por los que un animal necesita tener un hueso en el pene. Por ejemplo, en especies como los gatos, el báculo actuaría estimulando la ovulación femenina, pues las hembras solo liberan óvulos durante la cópula. Otra teoría, la denominada de la fricción vaginal, señala que esta estructura ósea serviría al macho para adaptarse al órgano sexual femenino durante la cópula, evitando dañar los genitales de su compañera.

Una tercera explicación sugiere que un pene huesudo permitiría prolongar la penetración: permanecer más tiempo dentro de la hembra es una estrategia ampliamente extendida en la naturaleza según la cual los machos evitan así que ella se aleje y copule con otro antes de que el esperma del primer afortunado haya fertilizado un óvulo con éxito. Es una forma de asegurar que dejan descendencia y de perpetuar así sus genes.

La longitud del báculo varía entre especies. | Didier Discouens/Wikimedia

¿Por los tiempos breves o por la menor competencia?

En su investigación, los expertos del College London han analizado también las posibles ventajas que el báculo aporta a sus dueños. Han descubierto que durante toda la evolución de los primates, tener el apéndice óseo ha estado relacionado con intromisiones masculinas más duraderas (unos tres minutos de máximo). Además, los machos de especies con mejores tiempos poseían un báculo más largo que los de aquellas con cópulas más breves.

Otro de sus hallazgos tiene que ver con la rivalidad masculina para reproducirse: los machos de las especies con una alta competencia sexual -es decir, que deben esforzarse más para conseguir y conservar una compañera- tenían un hueso del pene de mayor longitud.

En vista de los beneficios, cabe plantearse de nuevo la pregunta: ¿qué pasa con el hombre? ¿No le hace falta ninguna de las ventajas que proporciona el báculo? Como explica Matilda Brindle, coautora de la investigación, la especie humana no se caracteriza por tener un periodo de penetración especialmente prolongado (un antiguo estudio sugiere que, de media, no supera los dos minutos). Eso sí, tampoco es un requisito fundamental para conservar el hueso, pues la cópula de los bonobos dura unos 15 segundos, con báculo y todo.

Una segunda causa probable que también explicaría la ausencia del apéndice óseo en los humanos es su estrategia reproductora. Los varones de nuestra especie pueden disfrutar (generalmente) de una competencia sexual muy leve, en parte porque las mujeres suelen reproducirse con un hombre cada vez y en parte porque la monogamia es una tendencia generalizada.

Aunque cada vez se conoce más sobre su historia evolutiva, los expertos sólo han logrado arrojar un poco de luz sobre las razones que justifican tanto la existencia como la ausencia del báculo. La especie humana ha desarrollado su inteligencia. Como suele decirse, no se puede tener todo.

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