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VÍDEOBLOG CIENCIAXPLORA | AURORA FERRER
Para poder sentir cosquillas es imprescindible que alguien nos toque. Cuando se produce un roce inesperado por parte de otra persona, nuestro cuerpo reacciona intentando zafarse y evitar el contacto. Especialmente si es en una zona vulnerable como el cuello o el abdomen. Si eres de los sensibles, probablemente se te erice la piel, comiences a reír a carcajadas o a pegar saltitos histéricos.
Hacernos cosquillas a nosotros mismos es como un 'spoiler' ya que estamos avisando a nuestro cerebro de lo que va a ocurrir a partir de los comandos motores. Él predice las consecuencias sensoriales, por lo que no hay sorpresa y se queda en una simple caricia.