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LOS CHISTES NOS DESCOLOCAN

¿Por qué nos hacen reír tanto las exageraciones?

Las situaciones que deforman profundamente la realidad y no cumplen con nuestras expectativas sobre el mundo nos hacen reaccionar de forma diferente a lo habitual. Intensifican y transforman las respuestas instintivas del cerebro.

Los chistes nos hacen reír porque sacan de contexto hechos cotidianos Chris Huggins I Flickr

Quién no ha escuchado nunca chistes sobre personas extremadamente altas, diminutas como un microorganismo, delgadas hasta tener el grosor de una línea o fuertes hasta límites inverosímiles.

Son los típicos chascarrillos que suelen empezar por “esto era un hombre tan, tan”, prosiguen con un adjetivo y acaban con algún tipo de exageración ingeniosa que va más allá de lo razonable.

Pero precisamente por eso tienen gracia: porque proponen escenarios imposibles y características exageradas hasta convertirse en irreales. Como en el caso de viñetas o imágenes que usan el mismo recurso humorístico, el secreto de estas bromas populares está en el desconcierto.

Parten de una situación más o menos cotidiana y la deforman hasta que deja de encajar con nuestra visión del mundo.

El efecto que producen en la audiencia tiene que ver con el fenómeno que el biólogo ganador de un Nobel Nikolaas Tinbergen bautizó a mediados del pasado siglo como estímulo supernormal o hiperestímulo.

El concepto, que describió junto a su colega Konrad Lorenz, se refiere a cualquier estímulo más intenso que aquellos que pueden darse en la naturaleza.

Objetos convertidos en peces y aves

Tinbergen comenzó sus investigaciones observando las consecuencias que este tipo de informaciones captadas por los sentidos tienen en el mundo animal.

Comprobó, por ejemplo, que los peces espinosos macho, cuyo vientre está coloreado de rojo, reaccionaban agresivamente si introducía en el agua cualquier tipo de objeto carmesí. Actuaban como si fuera un congénere.

También estudió el efecto en gaviotas. Cuando los polluelos reconocen las manchas anaranjadas del cuello de la hembra, lo picotean para que esta regurgite el alimento.

El científico decidió mostrar a las crías otras cosas pintados con amplias franjas de color naranja. Sirvieron de hiperestímulos: cuanto más amplia era la zona y más intensa la tonalidad, más agresiva era la respuesta de los pollos para pedir comida a sus falsas madres.

Los rasgos infantiles exagerados nos provocan un intenso sentimiento de ternura | DreamWorks Animation

Tinbergen se preguntó después si los humanos también eran susceptibles de experimentar este curioso fenómeno. Sus investigaciones sugieren que los ojos exageradamente grandes de los animales de peluche, dibujos animados y muñecas, junto con otros rasgos infantiles característicos de estos personajes, despiertan en las personas el deseo de cuidarlos (como si de niños se tratara).

Asimismo, las bebidas y alimentos con alto contenido en azúcar, las obras de arte e incluso unos labios pintados pueden ser considerados estímulos supernormales, ya que provocan la intensificación o exageración de nuestras respuestas biológicas, físicas o psicológicas instintivas.

Las exageraciones en el humor

Los estímulos supernormales son clave en algunas formas de humor porque distorsionan la manera en que percibimos la información.

El fenómeno está presente tanto en los chistes que transforman una situación de lo más normal en una cargada de exageraciones como en aquellos que deforman la realidad del mundo tal y como lo entendemos.

Por ejemplo, es común utilizar imágenes o frases ingeniosas para sacar de contexto objetos o sucesos y darle un sentido o significado diferente al habitual, convirtiéndolos en algo extraño.

Que una persona sea muy alta es normal, pero no que lo sea hasta el punto de tardar días en caer al suelo después de tropezar. Y ahí está la gracia.

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