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PUEDES EXPERIMENTAR DENTERA

¿Por qué nos molesta el chirrido de la tiza en la pizarra?

Probablemente baste con que al leer estas líneas imagines el sonido de una tiza chirriando al rozar la pizarra del colegio para que tu cuerpo se estremezca y frunzas el ceño en un gesto instintivo de desagrado. O incluso que experimentes dentera. ¿Por qué sucede?

Imagina una tiza chirriando contra la pizarra. O el sonido de un tenedor arañando un cristal, de un cuchillo rozando contra una botella o de unas uñas afiladas arañando la pizarra de antes. ¿Por qué nos molesta? Según demostraron hace poco neurocientíficos de la Universidad de Newcastle en Reino Unido las razones de este fenómeno se encuentran en el cableado de neuronas que conecta la región auditiva y el área emocional de nuestra sesera.

En concreto, imágenes obtenidas por resonancia magnética revelan que ante los sonidos que nos resultan extremadamente desagradables la amígdala, encargada de procesar emociones positivas y negativas, desata la voz de alarma e influye sobre la respuesta de la corteza auditiva.

El mecanismo es equivalente a subir o bajar el volumen de un altavoz: cuando el sonido que llega es agradable, la amígdala lo atenúa para que suene más "débil" en la corteza auditiva. Por el contrario, un sonido desagradable se amplifica de tal modo que las neuronas auditivas lo reciben como si sonara a toda pastilla. Y claro, la respuesta inmediata es de rechazo.

Los análisis indican que los sonidos que nos resultan especialmente desagradables se encuentran en un rango de frecuencias de 2.000 a 5.000 hertzios. Sukhbinder Lumar, coautor de la investigación, sostiene que este es el rango de frecuencias ante el que nuestros oídos se muestran más sensibles, por lo que el hecho de que nos produzcan dentera podría tratarse de un mecanismo de defensa.

De hecho, los chillidos femeninos muy agudos, situados en este mismo rango de frecuencias y asociados a situaciones de amenaza, también nos provocan una reacción física de repulsión, como explicaba Lumar en 'Journal of Neuroscience'.

Explorando las conexiones recién descubiertas entre las neuronas que procesan emociones y las que perciben el sonido, los investigadores esperan poder explicar también la baja tolerancia e irritabilidad extrema que muestran ciertas personas ante sonidos como el que producen las personas al masticar comida, mascar chicle, chasquear los labios, teclear en un ordenador o incluso respirar.

Este fenómeno, conocido como misofonía y que puede causar ansiedad y estrés, e incluso en ocasiones reacciones agresivas y merma la calidad de vida de quienes lo sufren sin poder hacer nada para evitarlo.

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