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UN ESTUDIO TE DA LA SOLUCIÓN

¿Por qué las personas encuentran más desagradable el olor de las ventosidades ajenas?

Aunque nadie disfruta del hedor de las flatulencias, varios estudios han demostrado que, puestas a soportarlo, las personas prefieren el propio. Las razones principales tienen que ver con la familiaridad y con un mecanismo evolutivo para evitar enfermedades.

Malos olores provocados por las ventosidades mmntz en Flickr

Emitir ventosidades es inevitable, lo mismo que tener que soportar la desagradable fragancia de las propias y, en ocasiones, de las ajenas. Aunque todas van acompañadas del hedor consecuencia de su origen, las personas prefieren el olor de las que ellas mismas han expelido: les repele menos que el extraño.

Dos investigadores lo han comprobado en varios estudios, recopilados en un trabajo que publicado en ‘European Journal of Social Psychology’. Comprobaron el efecto que tenían distintos olores corporales desagradables en función de si eran propios, de una persona extraña o de un conocido.

Todos los participantes en sus ensayos afirmaron que, efectivamente, los hedores ajenos eran más desagradables que los propios. La sensación tiene distintas explicaciones.

Por una parte, cuando una persona está familiarizada con un estímulo, aumenta su preferencia hacia él. Y como la población de bacterias que viven en el intestino de un individuo es diferente del resto, cada uno se acostumbrará a la fragancia causada por los microorganismos que habitan su cuerpo, distinguiéndola de las de otros.

En el estudio, los autores aludían a una segunda explicación: la evolución podría habernos dotado con esta capacidad para mantenernos alejados de las fuentes de enfermedades (bacterias y virus), como las heces de otros sujetos.

Incluso el cerebro tiene un papel en el asunto. Concretamente, la parte involucrada en procesar las sorpresas. Cuando una persona expele una ventosidad, puede anticiparse al olor (sabe lo que va a ocurrir), por lo que el impacto es menor. No obstante, si viene de fuera, no ha tenido tiempo de asimilar que va a recibir una desagradable sorpresa.