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Aunque estén repletos de microbios
Los baños públicos no son, precisamente, los lugares más higiénicos del mundo y, de hecho, son muchos quienes recurren a ellos como último recurso: ya estemos en un bar, en un centro comercial o en mitad de la calle, el miedo a encontrarnos un lugar lleno de restos biológicos de los usuarios que pasaron por él antes que nosotros hace que muchos eviten entrar o que, en caso de usarlos por fuerza mayor, recurran a posiciones de contorsionista con la intención de evitar cualquier contacto físico con la porcelana manchada.
Sin embargo, la situación de los baños públicos no es tan peligrosa como pueda parecer. Si bien es cierto que en nuestros intestinos hay todo un cóctel de microorganismos compuesto por bacterias, hongos, levaduras e incluso virus, no habría que temer el momento de ir al baño, por muy público que este sea.
Aunque las heces humanas están compuestas hasta en un 54 % por microbios entre los que hay patógenos transmisibles, lo cierto es que la ciencia ha demostrado que es muy poco probable que desarrollemos una infección por estar en un vater sucio. ¿El motivo?
La mayoría de las enfermedades intestinales se producen cuando las bacterias se transmiten de la mano a la boca, y no por otros cauces. Además, la propia piel humana está cubierta por más microorganismos que, en su caso, funcionan como barrera. Y, por si fuera poco, tras este escudo está nuestro sistema inmune. En otras palabras: es improbable que terminemos con una infección por estar en un baño público.
Ir al baño haciendo posturas extrañas
De hecho, todavía más arriesgado entrar en uno de estos baños y hacer uso de ellos adoptando posturas extrañas. En primer lugar, por lo obvio: podemos terminar lesionándonos o con algún músculo dañado por estar forzando una posición. Pero, además, podríamos impedir que la orina fluya con facilidad y llegar a dejar algo en el interior de nuestra vejiga. Como consecuencia, no solo tendríamos que volver pronto al baño, sino que además correríamos un mayor riesgo de tener una infección.
En cualquier caso, siempre que visitemos el baño debemos terminar lavándonos las manos para evitar que alguno de esos microbios terminen pasando de nuestras manos a la boca.
Además, y como no podemos garantizar que los usuarios que nos han precedido hayan hecho lo mismo, lo ideal sería evitar el contacto con el pomo de la puerta de salida. Por difícil que sea, recurrir a abrir con el codo puede ser una buena idea.