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INFERTILIDAD
La serie El cuento de la criada (una adaptación de la novela homónima de Margaret Atwood publicada en 1985) presenta un futuro distópico en el que reina la infertilidad entre los humanos. La procreación se ha convertido en el principal objetivo de la sociedad que refleja esta historia de ciencia ficción.
Si bien el escenario parece lejano, ciertas evidencias actuales podrían llevar a pensar que nos estamos acercando peligrosamente a una situación similar. En 2017, un metaanálisis de 185 estudios reveló que el recuento de esperma en los hombres se había reducido más de un 50% en los últimos 40 años en los países occidentales.
Según los autores del trabajo, existen múltiples factores detrás de tan desafortunada tendencia. El consumo de alcohol, el tabaco, el exceso de peso y la falta de ejercicio físico son algunos de ellos. Sin embargo, hay otro motivo que cada vez preocupa más a los expertos: los químicos que interfieren con el funcionamiento de las hormonas en el organismo.
Los conocidos como disruptores endocrinos no solo afectan al esperma masculino, sino que también provocan cambios en el desarrollo sexual y la reproducción en ambos sexos. Diferentes investigaciones sugieren que la exposición a estos químicos provoca el adelanto de la pubertad en niñas y una disminución de la calidad de los óvulos y más abortos en mujeres.
¿Un futuro de reproducción asistida?
En el libro La cuenta atrás: cómo el mundo moderno está amenazando el recuento de esperma, alterando el desarrollo reproductivo de hombres y mujeres y poniendo en peligro el futuro de la raza humana, la investigadora de la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí Shanna Swan alerta sobre los efectos silenciosos de estos químicos en nuestra salud reproductiva.
Swan, coautora del trabajo de 2017, advierte de la necesidad de actuar ya y pronostica que los humanos podrían perder la capacidad de reproducirse de forma natural en el futuro. Estima que, en 2050, una gran proporción de la población global necesitará recurrir a tecnologías de reproducción asistida para procrear.
Entre los cientos, si no miles, de químicos a los que estamos expuestos diariamente que alteran el sistema endocrino figuran los parabenos (abundantes en cosméticos y productos de limpieza), el bisfenol A y los ftalatos (que pueden contener los alimentos y utensilios de cocina).
Los ftalatos, por ejemplo, se utilizan para hacer que los plásticos sean más flexibles o para que las cremas penetren mejor en la piel. La principal fuente son los alimentos, ya que están presentes en muchos de sus recipientes. Uno de sus principales efectos hormonales es la disminución de la testosterona.
Los bisfenoles, que actúan sobre los estrógenos, se emplean para hacer los plásticos más resistentes y son comunes en las botellas de agua y biberones. Otros alteradores hormonales son los pesticidas, los retardantes de llama y las sustancias derivadas del ácido perfluorooctanoico, utilizado en sartenes antiadherentes y seda dental, que alteran las hormonas del tiroides y el sistema inmune.
Aunque existen otros factores que podrían contribuir a la disminución de la fertilidad, su influencia no está tan clara en muchos casos y a veces pueden estar interconectados con los químicos que afectan al organismo. Por ejemplo, algunos disruptores endocrinos favorecen la obesidad al interferir con las hormonas que regulan la saciedad y el metabolismo. Se ha demostrado, además, que los bisfenoles pueden disminuir la función sexual en hombres.
En las mujeres, si bien en ocasiones se achacan los problemas reproductivos al retardo de la edad del primer embarazo, lo cierto es que muchas de las dificultades y problemas de fertilidad se dan en personas jóvenes y podrían estar relacionados con la exposición a contaminantes y otros químicos.
Existen tantos disruptores endocrinos y están tan extendidos que parece una misión imposible evitarlos todos. Afortunadamente, la Unión Europea ya ha prohibido el uso de muchos de ellos y dispone de una normativa que exige a los fabricantes probar que nuevos químicos no alteran la función endocrina antes de sacar productos al mercado.
La responsabilidad de las empresas y la concienciación de los consumidores pueden también contribuir a disminuir nuestra exposición a estos agentes perniciosos para la salud y evitar que el pronóstico de Swan acabe por cumplirse.