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SEGÚN UN NUEVO ESTUDIO

Tener muchas parejas sexuales solo se ve como algo negativo si eres mujer

Una nueva investigación muestra que las personas tienden a ver a sus amigas más negativamente mientras más parejas sexuales han tenido, algo que no ocurre con los amigos varones

Feminismo iStock

La promiscuidad nunca ha sido igualmente valorada según se trate de hombres o mujeres. Los varones que tienen muchas parejas sexuales han sido considerados habitualmente como donjuanes, mientras que a las mujeres en la misma situación se les ha llegado a tildar de fulanas, un estereotipo que, según un reciente estudio publicado en la revista Social Psychology, sigue en pie a día de hoy.

El doble estándar sexual se ha estudiado mucho a lo largo de las últimas décadas. Sin embargo, no siempre se ha hecho en entornos reales, sino con casos hipotéticos. En esta ocasión, los investigadores trataron de analizar si esta doble vara de medir también surge entre amigos y conocidos del mundo real.

Para ello, el estudio contó con 4.455 participantes de entre 18 y 35 años que tenían que evaluar a un amigo o conocido de sexo masculino o femenino, asignado al azar, con cuya historia sexual estaban familiarizados.

El resultado de la evaluación fue claro. Según los autores del estudio, “las mujeres fueron evaluadas más negativamente a medida que aumentaba su número de parejas sexuales, mientras que el número de parejas no estaba relacionado con las evaluaciones de los hombres”.

Aunque este estudio se ha elaborado en EEUU, sus resultados no resultan sorprendentes, ya que este tipo de prejuicios sobre la conducta sexual de hombres y mujeres han sido observados en todo tipo de sociedades.

El slut-shaming

Sin embargo, es cierto que el gigante norteamericano es un país en el que se da especialmente esta doble vara de medir e incluso hay una palabra para definir el menosprecio que sufren las mujeres cuya conducta sexual no coincide con unos estándares excesivamente puritanos, el slut-shaming, que se podría traducir como “tildar de prostituta”.

En 2004, las investigadores Elizabeth Armstrong y Laura Hamilton, realizaron un estudio para analizar la vida diaria de los estudiantes universitarios, para lo que se instalaron en un colegio universitario, y observaron que muchas estudiantes temían o se avergonzaban de ser identificadas como promiscuas.

En estudios posteriores, Armstrong y Hamilton observaron que la mayoría de ellas no solo eran víctimas de los típicos insultos como guarra, fulana o puta, sino que también los instigaban. Sin embargo, se dieron cuenta de que las razones para calificar a una mujer de esta forma normalmente tenían poco que ver con la promiscuidad, sino más bien con la clase social.

Según sus resultados, las universitarias de estatus socioeconómico elevado utilizaban el slut-shaming para diferenciarse de las que pertenecen a otros grupos socioeconómicos inferiores, lo que les ofrecía cierta liberación sexual.

Al definir el comportamiento sexual de las mujeres de bajo estatus como inmoral, se da a entender que el suyo es el moralmente correcto, aunque no existan diferencias significativas en el número de parejas sexuales entre unas y otras.

La Marcha de las Putas

En cualquier caso, la realidad es que, a día de hoy, los estudios demuestran que las mujeres siguen siendo juzgadas de forma más severa que los hombres en cuanto a su actividad sexual y que una mujer promiscua sigue siendo valorada negativamente por amplios sectores de la sociedad.

Este tipo de actitud llega hasta el extremo se culpabilizar a las víctimas de violación, por “insinuarse”, vestir de manera “inapropiada” o “pasear sola”, unos comentarios machistas que, desafortunadamente, se repiten a menudo en nuestra sociedad.

Sin embargo, estos comentarios están obteniendo cada vez más contestación social. En el año 2011, un grupo de mujeres canadienses organizó una protesta conocida como SlutWalk, que se podría traducir como La Marcha de las Putas, tras las declaraciones de un policía que aseguró en una conferencia que “las mujeres deberían evitar vestirse como putas” para no ser víctimas de violencia sexual.

Desde entonces, estas marchas se han extendido por varios países de todo el mundo como un método para luchar contra el machismo imperante y contra el doble rasero que sufren las mujeres a la hora ser juzgadas por su comportamiento sexual.