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LA CIENCIA DEL ORÍN PREHISTÓRICO
Los dinosaurios defecaban y lo hacían a lo grande. De hecho, el estudio de sus heces fosilizadas ofrecen muchísima información sobre los ecosistemas extintos, tal y como hace la paleontóloga Karen Chin desde hace más de 20 años, cuando identíficó las primeros restos fecales de un Tyrannosaurus Rex.
Leer en qué consiste su trabajo puede hacer que el nivel de escatología en nuestra mente puede estar subiendo por momentos, pero el análisis de los coprolitos es algo bastante frecuente. Su fosilización se produce cuando una capa de sedimentos los protege del aire, agua y de los bichos que pueden alimentarse de ellos. Mientras tanto, el agua cargada de minerales se filtra y estos últimos acaban reemplazando el material original. Así, todo queda conservado en una especie de facsímil de piedra.
Pero, a diferencia de las heces, la orina líquida no puede conservarse durante millones de años. Aunque las “impresiones” producidas por un potente chorro de pis de dinosaurios sobre una arena fina sí. Es lo que se denominan “urolitos” y tienen la siguiente apariencia, según las imágenes recogidas en un estudio publicado en 'Journal of South American Earth Sciences' por un grupo de investigadores brasileños.
La forma es similar a la que podemos provocar con una manguera en un suelo suave: primeramente se produce un agujero profundo y luego otro más superficial.
Un estudio de los mismos científicos de 2004 ofrecía una analogía con otros animales que sí están entre nosotros: las avestruces. Éstas dejan escapar una corriente de líquido con una gran potencia, para a continuación expulsar sus residuos sólidos separadamente. Si os veis con suficiente estómago podéis ver un vídeo aquí.
No obstante, habría que ver si los dinosaurios que no volaban hacían sus necesidades por separado, como hace el ave corredora o los cocodrilos, los parientes vivos más cercanos a estos animales extintos. Esta pregunta se la hace Brian Switek, en su blog de 'National Geographic'.
Stiwek cuenta como el primer urolito fue descrito en 2002 en la Sociedad Paleontológica de Vertebrados de Estados Unidos, a raíz de un hallazgo en Colorado. Esta especie de depresión en el terreno se situaba entre multitud de huellas de dinosaurios, en un lugar en el que era imposible que por cualquier accidente natural se hubiera derramado agua.
Los investigadores brasileños fueron los siguientes en observar restos parecidos, lo que indica que al menos algunos dinosaurios orinaban. Descifrar cuáles de ellos lo hacían se antoja una misión muy complicada, debido a la difícil o nula conservación de estos fósiles para su estudio.
Si en alguna ocasión tenemos la posibilidad de hacer una excursión en terrenos prehistóricos habrá que andar con cuidado para no pisar una meada de dinosaurio. Porque para algunos paleontólogos es cuestión de vida o muerte: “To pee or not to pee”, podríamos decir modificando la famosa frase shakesperiana.